TAt los extremeños nos encanta cumplir con los enfermos. Es más, si no tenemos enfermos con quien cumplir, nos los inventamos o forzamos los lazos familiares y las amistades lejanas con tal de poder cumplir. Además, tenemos una lista de agravios donde en una fila están quienes no nos visitaron la última vez que enfermamos y en otra aparecen los atentos. A los segundos, si enferman, se les trata como se merecen: visitas, llamadas, regalos. A quienes nos agraviaron también los visitamos, ¡faltaría más!, pero tardamos un par de días para que se note que tomamos nota. Y así vamos pasando los días, siguiendo los ritos, cumpliendo, cumpliendo, cumpliendo... Hasta que el Servicio Extremeño de Salud ha decidido tomar cartas en el asunto y se ha liado. Porque las listas de espera se pueden soportar sin rebelarse, pero que no nos toquen lo del cumplimiento porque arde Extremadura.

El caso es que las autoridades han prohibido que en el hospital Infanta Cristina de Badajoz se pueda cumplir a gusto del cumplidor. A partir de ya habrá unas horas, unos cupos y unas reglas. Yo opino que tienen razón. Es más, si esa norma se extiende, creo que me pondré enfermo con más tranquilidad. Hasta ahora me espantaba verme en una habitación, encamado y rodeado todo el día de desconocidos cargados de buenas intenciones. Pero no me acabo de creer que la medida resulte. Volveremos a los tiempos de los pases falsificados, de jugar al despiste para colarnos, de entrar por pasillos secretos. En Extremadura, con tal de cumplir, todo vale.