El pasado jueves, dos semanas antes de que comenzase la vista del caso Google Book Search , uno de los más complejos y relevantes de los últimos tiempos desde el punto de vista sociológico y cultural, el juez de Nueva York encargado del asunto pisó el freno y dijo que había que volver a empezar. El pacto entre la compañía y una parte de los editores y escritores norteamericanos para que Google creara una biblioteca universal, pendiente de aprobación judicial, tenía que renegociarse. "El actual acuerdo trae consigo cuestiones muy importantes, como demuestran el número de objeciones a este y el hecho de que quienes objetan son países, oenegés y reputados autores y juristas", explicó el magistrado. Es una extraña alianza objetora a la que Google no se había enfrentado. La compañía, debido a este y otros conflictos, lleva meses sometida a un escrutinio parecido al que en otros tiempos sufrió Microsoft. Google ha adquirido un tamaño descomunal y su lema oficioso --No seas malo -- se pone a prueba cada día.

La empresa --que gestiona dos tercios de las búsquedas en la red; posee el portal de vídeos más popular, YouTube; y ganó el pasado año en anuncios casi 15.000 millones de euros, más que ninguna otra firma en el mundo-- está siendo víctima de su propio éxito. Sus dirigentes lo saben. Desde mediados de año, Google ha emprendido una campaña de relaciones públicas para contrarrestar el retrato negativo que padece, con acusaciones de piratería, censura y violaciones de la privacidad.

LA COMPARACION ¿Es Google el nuevo Microsoft? La pregunta, que busca el símil en el trance que atravesó la empresa de Bill Gates a finales de los 90 (fue perseguida por prácticas monopolísticas), planea desde hace un par de años, pero nunca con tanta fuerza como ahora. A pesar de sus proyectos medioambientales y su rama filantrópica, la percepción sobre Google ha cambiado: de valiente David fundado por dos estudiantes, Larry Page y Sergey Brin, a finales de la pasada década --precisamente ayer celebró su undécimo aniversario-- ha pasado a siniestro Goliath que amenaza con alcanzar todas las esquinas de nuestra vida, desde el modo en que accedemos a noticias, vemos vídeos o hacemos nuestro trabajo, hasta la forma en la que nos comunicamos, buscamos información o nos formamos una idea del mundo.

Los reproches, a grandes rasgos, suelen ir en tres direcciones. Por un lado, está la censura que ejerce sobre los internautas chinos, no haciendo accesible la información crítica con el Gobierno del país asiático, algo que ha sublevado a Amnistía Internacional o Human Rights Watch. Por otro, la intimidad: políticas como la de guardar los resultados de las búsquedas durante nueve meses (sostiene que así puede ofrecer resultados más personalizados a los internautas) o herramientas como Street View, el servicio que ofrece imágenes a pie de calle a través del programa Google Maps, han provocado que la oenegé Privacy International nombrase a Google la firma que menos respeta la privacidad de sus usuarios en la red y ha generado alarma en los ejecutivos de Suiza y Canadá.

LA BIBLIOTECA UNIVERSAL Y, por último, está Book Search. Como los antiguos egipcios que intentaron construir una biblioteca en Alejandría que contuviese todos los pergaminos, los ejecutivos de la firma norteamericana hablan ahroa de crear un archivo universal de textos, una especie de tesoro del conocimiento al que se podrá acceder --o al menos buscar-- de forma gratuita. Hasta el momento, la empresa ha escaneado 10 millones de libros de los fondos de bibliotecas americanas y europeas, de escritores tanto clásicos como contemporáneos.

Nadie discute las virtudes de este proyecto. Lo que se pone en cuestión es si la tarea de archivar digitalmente todas las obras del mundo debe recaer en una única empresa, y si Google, que en Estados Unidos ha escaneado libros con y sin derechos de autor, ha incurrido en la piratería intelectual, al no pagar derechos de autor como casi hace todo el mundo y está obligado por ley.

De hecho, el pasado mes de octubre, la empresa llegó a un complicado acuerdo con parte de los editores y autores estadounidenses (el texto tiene 385 páginas) en el que se prevé un mecanismo para indemnizar a los autores que ya ha digitalizado y, a cambio, estos se comprometen a no demandar en el futuro a la compañía. Este es el pacto que ahora, tras la oleada de críticas, se está renegociando, y es difícil predecir cómo acabará el conflicto, pero en cualquier caso el halo virtuoso de Google se está disipando. Gajes del crecimiento.