Faltan alimentos, faltan medicinas, falta maquinaria pesada, falta información… El seísmo y el tsunami del viernes han desbordado al Gobierno indonesio, que tres días después desconoce aún la factura del desastre natural y ha pedido ayuda internacional mientras prepara entierros masivos. La Agencia de Gestión de Desastres Naturales ha dejado la cifra de muertos en 844 y la de desplazados en 50.000. Un grupo de voluntarios han contado ya 1.193 fallecidos tras visitar varios hospitales en la ciudad de Palu. Entre las víctimas se cuentan cinco extranjeros: tres franceses, un surcoreano y un malasio. Pero se sospecha que la cifra final será de varios miles porque Palu es sólo uno de los cuatro distritos afectados. No hay información aún de Donggala, Sigi y Parigi Moutong. Preocupa especialmente lo ocurrido en Donggala, la ciudad más cercana al epicentro. En la zona, situada a 1.500 kilómetros al norte de Jakarta, viven 1,4 millones de personas. «No hemos recibido noticias de las otras tres áreas. Las comunicaciones siguen cortadas, no hay electricidad, no sabemos cuál ha sido el impacto», ha reconocido Sutopo Purwo Nugroho, portavoz de la agencia. Una de las escasas noticias llegadas de esas zonas asegura que 34 niños han muerto en un campamento cristiano.

El parte de bajas en Palu incluye docenas de personas sepultadas bajo los escombros de viviendas y hoteles que padecieron primero el seísmo de 7,5 grados y después una ola de seis metros de alto. También se teme que cientos de locales hayan muerto por los masivos deslizamientos de tierras que se tragaron poblados enteros. Las imágenes televisivas muestran un revoltijo de coches, árboles y restos de viviendas. El presidente indonesio, Joko Widodo, ha admitido que siguen los problemas para rescatar a las víctimas por la falta de maquinaria pesada. «Nos enfrentamos a muchos retos, tenemos que hacer muchas cosas lo más pronto posible pero las condiciones no nos lo permiten», ha declarado en Palu. Las zonas devastadas necesitan urgentemente medicinas, combustible, agua potable y la presencia de expertos.

Las autoridades ya han preparado una fosa común para evitar la propagación de epidemias. Los voluntarios han excavado una superficie de diez metros de ancho por cien de largo con capacidad para 1.300 cuerpos en Poboya, en las colinas sobre la devastada Palu. La fosa será ampliada si es necesario, señaló Willem Rampangilei, alto funcionario ministerial.

Bomberos Unidos Sin Fronteras (BUSF) desplazó ayer desde España a diez profesionales, --tres de ellos de Huelva-- a Indonesia para ayudar en las labores de rescate y asistencia.