En el Reino Unido habrá, en cuatro años, más de un millón de menores clínicamente obesos, de seguir la tendencia actual. Ello supondrá un importante aumento de los gastos del sistema de sanidad, ante la progresiva escalada del número de dolencias cardiacas y circulatorias y de enfermedades como la diabetes.

Este es el diagnóstico que firma la Local Government Association (LGA) británica, el equivalente a una federación de municipios. La LGA apuesta, como medida de choque, por retirarles el control del cuidado de los hijos a los padres cuyos retoños presenten exceso de peso.

Además, una previsión a largo plazo revela que, en el 2025, el 21% de los menores de entre 6 y 10 años padecerán este problema, frente al 10% que había en el 2004.

Según esta asociación de administraciones locales, el Reino Unido se está convirtiendo en la "capital mundial de la obesidad", por delante incluso de EEUU. La preocupación de la LGA, más allá del sano interés por el bienestar de sus administrados. Obedece también, y básicamente, a una cuestión crematística. El incremento de la población obesa acarrea un aumento del gasto público, por ejemplo, para adaptar los muebles de los colegios al nuevo volumen corporal del alumnado.

Así las cosas, la LGA pide que se ataje el problema desde la raíz, desde la infancia. Y con "acciones drásticas". Estas serían, por ejemplo, que los servicios sociales se implicaran a fondo en la cuestión frente a la actitud actual, tendente a considerarlo un asunto de los padres. Así, la LGA pide que ante un caso de obesidad infantil se considere a los niños víctimas de una "negligencia paterna".