Acabo de terminar la lectura de La invasión de las suecas , de Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada , un ensayo-anecdotario escrito con sencillez y chispa para llegar al lector común. El libro retrata la España de la posguerra, esa España cañí que tuvo que abrazar el turismo y el liberalismo económico (impulsado por un grupo de tecnócratas del Opus) en un intento de dejar atrás su ancestral atraso económico. Escribo tuvo porque estos cambios se hicieron con el pesar de Franco, los falangistas y otras voces tradicionalistas que veían --con razón-- en el extranjero --o más bien en la extranjera -- una contaminación de la idiosincrasia nacional. No eran tontos: sabían que la invasión de las suecas haría peligrar el espíritu del 18 de julio, como así fue.

Las suecas trajeron a España divisas y un nudismo de bikini y generosa epidermis que se encargaban de arrojar con desinhibida alegría a los ojos del casual paseante que recorría nuestras playas vislumbrando, cual Cristóbal Colón , un mundo nuevo. Pero como bien nos informan los autores del libro, la mayoría de estas despampanantes y liberadas mujeres no eran de Suecia sino que procedían de otros países europeos. O sea que eran suecas de Inglaterra, Francia o Alemania. Sea cual fuera su procedencia, con ellas llegó el destape y con el destape llegó la transformación de la sociedad, entonces anclada al pensamiento único.

Sirvan estos libros para recordarnos nuestro reciente pasado, y para que algunos reiteremos la idea de que cuando hablamos de España cualquier tiempo no fue mejor, como dijo el poeta de ayer y dicen algunos cafres de hoy, sino todo lo contrario.