Hace más de mil años, cuando en la península Ibérica florecía el Al-Andalus, aguerridos pueblos del norte de Europa dominaban gran parte de los mares y en algunas de sus expediciones incluso llegaron a pisar territorio norteamericano. En una época misteriosa y oscura, en la que no había cartas de navegación fiables ni brújulas magnéticas, los temidos vikingos surcaban los océanos sin tecnología.

Para orientarse se guiaban por la posición del Sol, la Luna y las estrellas. Por eso inventaron una especie de brújula solar que marcaba mediante una sombra la posición del astro rey.

Pero debido al gélido clima de los mares por los que navegaban, con abundantes brumas y bancos de niebla, tuvieron que desarrollar otros métodos para no perderse durante sus incursiones.

Dicen que los timoneles se sabían de memoria el perfil de las costas y que los navegantes eran capaces de guiarse por la dirección de las olas, el flujo de las corrientes o incluso por el color y la temperatura de las aguas.

AVES, PECES Y ALGAS También prestaban atención al rumbo de las aves, la dirección de los bancos de peces o incluso a la presencia de algas.

Pero, según cuenta una antigua leyenda vikinga, disponían además de una piedra misteriosa que les orientaba en los días más tenebrosos. La llamada piedra del Sol: un mineral traslúcido (que podría ser una variedad de calcita llamada espato de Islandia), que polarizaba la luz y mostraba dónde se hallaba el Sol los días de niebla.

"El uso de esta piedra solo es una teoría que surge de una leyenda hallada en un antiguo manuscrito islandés. Hasta ahora nadie ha encontrado piedras de este tipo entre los restos de los barcos vikingos que se han recuperado, pero decidimos comprobar, por pura curiosidad, si desde el punto de vista óptico este recurso era posible. La conclusión es que sí lo es. Ahora solo falta que un arqueólogo encuentre un vestigio que acabe de confirmarlo", explica Ramón Hegedüs, un joven investigador húngaro que colabora en un proyecto europeo en el que participa la Universidad de Girona (UG).

ESPESA NIEBLA Hegedüs ha publicado sus conclusiones en la revista científica Proceedings of the Royal Society London B .

La antigua saga a la que se refiere este investigador relata que un día en el que navegaba bajo una espesa niebla, el rey Olaf preguntó al héroe Sigurd si podía determinar la ubicación del Sol.

Tras obtener una respuesta, el monarca tomó una piedra del Sol para comprobar si la predicción era acertada. Olaf se puso el mineral delante de los ojos, estudió el cielo y comprobó en qué lugar estaba la fuente de la luz, por lo que consiguió determinar la posición del astro invisible.

En 1967, el arqueólogo danés Thorkild Ramskou sugirió que esta piedra podría haber sido un cristal polarizado como el espato de Islandia, una forma transparente de calcita muy común en los países escandinavos.