Sabe decir no. Isabel Coixet dice no, incluso, al mismo Steven Spielberg. Es clara e intuitiva. Si no lo ve claro, lo deja y punto. Si no tiene algo que decir, no hay rodaje. Es ella quien dirige y escribe, quien elige con quien trabaja, dónde, de qué manera y en qué idioma.

Mi vida sin mí , su cuarta película y la segunda en inglés, la ha asentado en un lugar privilegiado de la vitrina internacional. El festival de Berlín y otros 20 más, la candidatura del cine europeo, la espectacular recaudación en las salas japonesas, el premio Sant Jordi y los del círculo de escritores cinematográficos encabezan una larga lista que ahora anota cinco nominaciones a los Goya.

Es la historia de una madre joven que decide silenciar su agonía. Con este filme, la cineasta se adentra en los dos grandes temas de la literatura universal: el amor y la muerte. El proceso creativo de este drama fue, según palabras de Coixet, "caótico, fragmentario y ecléctico".

Una libreta la acompaña a todas partes. Allí anota sensaciones, lo que llama detalles. Toma notas durante años. La inspiran conversaciones escuchadas en el tren, una cara triste vista desde el autobús, una mirada. "Es como el cubo de Rubik. Cuesta. Al final todo encaja".

Escribir la apasiona, pero contradictoriamente es capaz de inventarse "excusas ridículas" para no sentarse ante su Mac, para no enfrentarse a ese temido documento vacío, a esa historia que tantas expectativas ha creado. Sin embargo, una vez se concentra todo es fluido y fácil. Como si las musas tuvieran paciencia con ella y la esperaran. Los plazos la ayudan. "No tengo disciplina. Termino escribiendo el guión los días previos a la entrega".

LEJOS DE MANUALES El principio, el arranque, es inamovible, pero el desenlace y el final suelen emprender su propio camino mientras escribe. "Tengo claro el tono", asegura. Los cursos para guionistas, con sus tramas y subtramas, le hacen mucha gracia. "No sigo ni una de las reglas que explican los manuales". Las películas interesantes, para ella, como Ciudadano Kane , no han seguido pausas.

Escribiendo se refugia en determinados paisajes. Necesita imaginarlos. La lluvia y la nieve son buenos acompañantes para el drama. Durante el rodaje la evasión es real y el frío se hace insoportable. Necesita huir de su entono, de su familia y de su ciudad, para entregarse de lleno.

Con Mi vida sin mí recaló en Vancouver (Canadá). Ahora, está sumergida en otras localizaciones lejanas. Una historia intimista sobre una mujer rodeada de hombres en un lugar aislado. La fecha de rodaje, de nuevo con Almodóvar como productor, sigue en el aire.

Mi vida sin mí le planteó enigmas sobre qué hace una persona sentenciada a muerte. "¿Cómo se reacciona ante una situación límite? La respuesta, después de hablar con enfermos terminales y médicos, es que cada caso es diferente". Eso la convenció de que la historia de Ann podía ser creíble. Real. El guión lo define como la partitura que necesitan los intérpretes.

Mañana: Iciar Bollaín