La educación es muchas veces un buen medidor para observar nuestras democracias. Por eso, el último estudio italiano divulgado sobre la educación en el país transalpino, elaborado por Tuttoscuola, una plataforma desde hace 40 años especializada en este sector, no arroja ninguna buena noticia. Alerta sobre una situación de decadencia continuada del sistema educativo italiano, que ya está causando daños al tejido social del país.

Los datos de Tuttoscuola son, de hecho, demoledores, en el contexto europeo. Según esa fuente, el 39% de los italianos de entre 25 y 64 años no posee un diploma de estudios secundarios, mientras que el 30% son "analfabetas funcionales", el doble de la media europea. Esto es esa incapacidad para utilizar la lectura, escritura y cálculo de forma eficiente -es decir, comprendiendo su significado- en situaciones habituales en la vida.

El problema es que los analfabetos funcionales suelen ser más susceptibles a creer en lo que leen de forma acrítica y sus pensamientos corren el riesgo de ser manipulados fácilmente a través de medios y redes sociales (en momentos, además, en los que empresas y partidos políticos hacen un uso cada vez más amplio y sofisticado de estas herramientas). De ahí la preocupación: "Estamos en una emergencia. Son necesarias energías, inversiones y proyectos de largo alcance, que involucren a toda la sociedad, para hacer frente a este círculo de pobreza educativa", han concluido los investigadores de Tuttoscuola.

También el Instituto Nacional para la Evaluación del Sistema de Educación y Formación italiano (Inlvalsi) lo confirma. Según este organismo, el 35% de los escolares italianos no es capaz de entender correctamente un texto escrito en este idioma, con picos de hasta el 50% en la sureña región de Calabria, una de las más pobres de Italia. Y los datos son aún peores en lo que se refiere a las Matemáticas y el idioma inglés.

55.000 MILLONES DE PRESUPUESTO

El declive del sistema de la educación en Italia no es, en todo caso, un fenómeno nuevo. De hecho, se calcula que en los últimos 25 años unos 3 millones y medio de estudiantes (de 11 millones) han ido engrosando las filas de los que no han completado sus estudios secundarios, con una pérdida estimada de 55.000 millones de euros de presupuesto público italiano.

Cuestión paralela es la desigualdad en el acceso a la educación superior e universitaria, así como destaca otro informe del consorcio italiano Alma Diploma, que recientemente ha señalado un aumento en el porcentaje de jóvenes -procedentes de familias no licenciadas- que no acaban la carrera universitaria. "Solo seis de cada 100 jóvenes en esta situación lo logran", señaló el estudio. "Esta desigualdad se debe a las diferencias económicas y a que las informaciones siempre están en las manos de los que ya las tienen", ha opinado Sabina Nuti, directora de la Escuela de Estudios Avanzados Sant'Anna de Pisa, una de las más prestigiosas de Italia.

Por todo esto, en efecto, profesores y observadores culpan a una desatención continuada de la política, también fruto de la última gran crisis económica. Un reflejo se encuentra en las cifras del gasto público destinado a la educación, que han bajado de un 5,5% del PIB en 1990, al 3,9% del 2016 (el promedio europeo es de un 4,7%).

Dicho esto, oportunidades de cambiar estas tendencias las hay. Porque, según estimaciones, en unos 10 años, Italia podría tener un 1,3 millones menos de escolares (debido a la crisis demográfica), pero también un 40% menos de los ya hoy ancianos profesores italianos. Algo que da margen para introducir cambios. La responsabilidad es ahora del nuevo ministro de Educación italiano, Lorenzo Fioramonti.