TLto de la japuta me trae recuerdos más por lo del adobo que por lo de japuta, aunque la Zafranera, ¿la recuerdan?, le gustaba decir "que japuta eres", pero siempre como un elogio, y se esforzaba por darle tono cordial. La verdad, que esa expresión solo es entendible por uno de aquí del sur, en otras latitudes se entendería como un insulto. Lo del adobo es otra cosa, es como de brujería, como cosas de trotaconventos, de afeites y ponzoñas, de brebajes y fórmulas magistrales para conseguir lo que uno se propone. Ha sido frecuente entre la gente de mi familia decir que te han adobado, cuando se te han ido los huesos por una moza. Eso me decía mi madre "hijo no sé por qué siempre estás en casa de la Juani , parece como si te hubiesen adobao", no sabía que lo que me tiraba eran sus entretelas.

Lo del adobo en la cocina también es otra cosa. El adobado en las cazuelas ha servido para hacer muchas reparaciones al pescado y a la carne, que a la antigua era frecuente manducar el carnero adobado en bodas y fiestas de cofradías. Ahora en estos tiempos el adobo ha cambiado, se ha convertido en manipulación gustosa de pescado y carnes. En estos tiempos, el adobo sirve de aderezo sollástrico. Para confeccionarlo hay que usar buen vinagre, orégano y pimentón de calidad.

Ahora se me viene a la sesera lo del Carmen "La del doce", que menuda formó en el sesenta y cinco: en el doce, frente a mi casa, vivía una familia a la que debieron darle el premio de natalidad por sus diez hijos, pero como el padre siempre estaba metido en algún berenjenal reivindicativo, lo del premio solo fue un espejismo, pues alguien informó a la Social de sus inclinaciones colorás. Ni tan siquiera la intervención del párroco pudo con el premio. Y eso que los hijos de Carmen eran monaguillos. Pero a raíz de aquel fallido acontecimiento, siempre había hambre y discusión. Y en ese ambiente no podía salir Carmen, la segunda hija, clavadita al padre en el genio, porque en lo demás era la viva estampa de la madre.

XCUANDOx entré en la Universidad dejé de verla, tal vez porque ya poco estaba en la calle o porque ella estaba en edad de trabajar como se decía entonces. Fuese como fuese, pasaron muchos años hasta volver a verla, por esas casualidades de la vida. Fueron uno de esos días de los que volvía a mi ciudad en fin de semana y paseaba por mis antiguas calles de infancia y por mi barrio de juventud. Como era habitual a final de la tarde nos sentamos en una terraza ambientada por familias y parejas. Tenía una cocina variada y con los diferentes platos de la cocina de mi tierra, Córdoba. Tomamos la carta y allí vi la ración de japuta en adobo, y no tuve más que pensar para pedirla.

Al margen de otras raciones sobresalía la japuta en adobo. Estaba excelente, con un equilibrio del adobo que no sobresalía con la calidad de la japuta. Así que le dije al camarero que felicitara a la cocinera o cocinero. Y lo felicitó. La sorpresa fue que se presentó en la mesa para darnos las gracias y la sorpresa fue mía cuando vi a Carmen la hija de la del doce metida a cocinera y tan hermosa como cuando tenía edad para trabajar.

Aún recuerdo a la japuta en adobo, y siempre acompañaré a tal recuerdo con la hija de Carmen la del doce.