Esposado, Santiago Mainar responde preguntas. Las del fiscal, las de la acusación particular, las de la acusación popular. Las de su abogado. ¿Flaquea? Varias veces, más de las que probablemente quisiera, pero también se muestra seguro, casi arrogante. Ha tenido tres años para preparar este día, y por muy inverosímiles que suenen sus palabras, el guardia forestal hace lo que puede por mantenerse en sus trece. Y dice: mentí cuando dije que maté al alcalde. Y dice: lo hice para que a Fago volviera la paz. Y explica que hizo un relato magnífico, casi punto por punto de lo que ocurrió en realidad, porque para entonces tenía muchas pistas de lo que había pasado, y porque se hablaba de ello en la tele y en la radio, porque circulaban los rumores y porque alguien que lee novelas policiacas y tiene un mínimo de sentido común es capaz de fabricar un relato verosímil, que es lo que él quería. Pero, insistió, era mentira. Y si acaso se parece a la verdad, agregó, es casualidad.

RELATO FALSO Una de dos: o Mainar mintió entonces o miente ahora. El único acusado por la muerte de Miguel Grima se sentó ayer en el banquillo de la Audiencia Provincial de Huesca con un único objetivo: demostrar que su confesión era falsa. Los casi 200 periodistas que cubrían el comienzo del juicio anotaron una por una todas sus palabras, lucharon por el mejor lugar para grabarlo, afinaron los sentidos para leer sus gestos, sus dudas, sus miradas; reanudaron, en fin, la ceremonia de masas que ha sido el crimen de Fago, ese irresistible caso que demuestra que en un diminuto y remoto pueblo cabe medio universo: envidias, celos, rencores. La venganza y la muerte.

¿Asesinó Mainar a su antiguo amigo, el hombre al que dejó de estrechar la mano por considerar que su gestión en la alcaldía era sectaria y despreciable, el rival político que llevaba a cabo, según declaró, "un abyecto ejercicio del poder"? Lo dirán los tres jueces del tribunal en un par de semanas, cuando decidan, entre otras cosas, si el guardia forestal mintió cuando confesó o si miente ahora, cuando dice que mintió al confesar.

LAS RAZONES Mainar sostiene que se autoinculpó por varias razones, entre ellas la de acabar con la espiral de sospechas que apuntaban a prácticamente todos los vecinos de Fago. "Eso se llama altruismo --proclamó ayer, en una de sus intervenciones teatrales--. Altruismo, una de las formas de la compasión". También dice que lo hizo "precisamente para provocar un juicio", pues solo en un juicio, afirma, iba a tener la posibilidad de "contar" la realidad de Fago. Ni el fiscal ni las acusaciones ni el público presente daban crédito.

Mainar fue detenido el 2 de febrero del 2007, tres semanas después del asesinato de Grima. Entonces confesó. Ahora, su nueva versión apunta a que hizo "un pacto con la Guardia Civil" para que a cambio dejaran en paz a los vecinos del pueblo, y atribuye a los agentes un papel capital en la elaboración de su relato: al parecer --cuenta-- le iban sutilmente indicando lo que tenía que decir. Si su relato de los hechos fue fiel a lo que la investigación demostró luego que había ocurrido en la realidad, fue, dice, porque se esforzó "lo máximo posible" por hacer una declaración "verosímil", porque había tenido tres semanas para pensar un guión y porque tiene sentido común y ha leído novelas de asesinatos. Y añadió que esa declaración la hizo bajo el efecto de barbitúricos (que, dice, le pusieron en el agua). "Mi lucidez era muy escasa", manifestó.

EL CADAVER DE UN JABALI Si la seguridad es un termómetro para medir la verdad, entonces Mainar tuvo que irse de la Audiencia con la idea de que había dudado mucho. Trastabilló, balbuceó, varias veces ganó tiempo pidiendo que le repitieran las preguntas. Después de lo de ayer, el guardia forestal sería barrido en un concurso de credibilidad. Su hermana dice que está sometido a mucha presión.

El esfuerzo de Mainar acabó centrándose en la tarea de desacreditar la confesión de marras. ¿Por qué sabía cuál era el sitio exacto donde habían matado a Grima? "Lo sé porque he recorrido esa carretera cuatro veces al día durante los últimos 27 años", dijo. ¿Cómo explica que los peritos hallaran rastros de pólvora en sus manos? "Era temporada de caza, y en temporada de caza recojo muchos casquillos del suelo, y además estrecho la mano de muchos cazadores".

Mainar afirma que al día siguiente no se levantó a deshacerse de la escopeta, como confesó al principio, aunque sí pasó por la carretera donde la noche anterior Grima había sido asesinado. Vio restos de cristales y, sobre el asfalto húmedo, el rastro de un cuerpo que había sido arrastrado. Dice que pensó que alguien había atropellado a un jabalí.