La radio pública extremeña me sorprendió con un programa musical dedicado a himnos nacionales. Te pones a escuchar y te entran ganas de hacerte letón o búlgaro, con unas melodías realmente atractivas. Musicalmente me gustaba el de la RDA, que oíamos en aquellos campeonatos de natación que siempre ganaban unas rubias gigantescas hinchadas de anabolizantes. Me habría hecho portugués si no fuera porque desagrada la llamada a las armas que hay que hacer a grito limpio en el estribillo. Ahora está la SGAE buscando letra para el chunda-chunda , interesada en cobrar cada vez que lo tarareemos, pero nadie se ha parado a pensar que, puesto que la Constitución no incluye partitura, podríamos aprovechar para cambiar la música de ese himno de secano con mucho bombo y ruido metálico. Personalmente me gustaría uno de regadío (concretamente el de Riego ) pero reconozco que la apócrifa estrofa dedicada a curas y frailes lo hace inservible para un consenso mínimo. Se acerca la fiesta nacional, que sigo sin saber por qué es el 12 de octubre, y andan algunos con una incontinencia rojigualda que asusta a quienes, como cantaban Brassens y Paco Ibáñez , no nos levanta la música militar. Tampoco entiendo la urgencia que tienen algunos en que cantemos a coro con una música tan horrible. Puestos a ser originales podríamos adoptar como himno la carcajada de un bebé sobre el sonido de las olas del mar: sería universal, lo entenderían desde Laponia a Patagonia e incluso evocaría buenos sentimientos. No nos serviría para ganar marcialidad en un mundial de fútbol, pero para no pasar de cuartos sería más que suficiente. http://javierfigueiredo.blogspot.com