Han cumplido su condena y son libres. Pero los crímenes que cometieron hacen que la gente les tema y les rechace. Nadie quiere darles trabajo ni tenerlos de vecinos, apenas hay hoteles que acepten alojarles, sus fotos circulan a modo de alerta vía WhatsApp... Son personas no gratas para una sociedad que, pese a que decidió dotarse de una lógica penitenciaria basada en conceder una segunda oportunidad, ahora que han salido de la cárcel tras la abolición de la doctrina Parot no acepta hacerles un hueco.

El vagabundeo solitario de Miguel Ricart, el único condenado por los crímenes de Alcàsser, o las concentraciones de vecinos para evitar que Manuel González, el loco del chándal, se instale en su barrio o su pueblo son la expresión de que su vida de hombres libres es casi insostenible o está condenada al ostracismo. Están en una situación de imprevisibles consecuencias, como señalan expertos en reinserción de presos, especialistas en psicopatías y miembros de las fuerzas de seguridad, que coinciden en que el modo en que se ha puesto en libertad a estas personas no ha sido el adecuado.

La elevada tasa de reincidencia que, desde Instituciones Penitenciarias, se asegura que tienen los violadores acrecienta el temor. Ante ello, la respuesta de la Administración ha sido colocarles vigilancia policial las 24 hora. "Esos dispositivos de vigilancia son insostenibles a medio plazo. ¿Durante cuánto tiempo vamos a tener a dos mossos detrás de Ricart? ¿Un mes? ¿Un año? Durará lo que dure la presión mediática", comenta un mando policial que solicita mantenerse en el anonimato.

PULSERAS GEOLOCALIZACION Por su parte, el inspector de policía David Garfella, miembro de la entidad Policía y Diversidad, denuncia: "El Estado se lavó las manos. Los dejó libres y punto. Debería haber preparado su salida de prisión".

"Su excarcelación se ha gestionado de forma jurídicamente impecable, pero humanamente deficiente", dice Eduard Sala, director de la Obra Social Santa Lluïsa de Marillac de la Compañía de las Hijas de la Caridad, una entidad que, entre otras tareas, realiza acompañamiento a personas que han salido de prisión. "No podemos dejar a estas personas sin ninguna posibilidad. Tú puedes decirme: 'Por lo que han hecho, no se la merecen'. Pero, al margen de que se la merezcan o no, la clave es que acorralando a estas personas solo conseguiremos que vuelvan a sacar lo peor de sí mismas. Si les tratamos como a animales, es más posible que vuelvan a actuar como animales".

"Esas personas han causado muchísimo dolor y la sociedad, que les tiene miedo, se aparta de ellos. Por eso, antes de dejarles en libertad, habría que haber establecido mecanismos para garantizar que esos individuos estén en un entorno de contención", comenta Sala, que propone: "Apuesto por que, de forma voluntaria, estas personas acepten llevar encima pulseras con geolocalización. Así se garantiza a la víctimas que se sabe siempre dónde está el agresor. Además, a esa persona, saber que está monitorizada, le puede ayudar a controlar sus pulsiones".

Esas pulseras podrían ir acompañadas de la posibilidad de que la Administración les ofreciera un espacio controlado donde reiniciar sus vidas. "Una opción sería que se alojaran en pisos cercanos a una comisaría", comenta, y lanza: "Nuestra sociedad se ha dotado de un sistema penitenciario basado en dar una segunda oportunidad. Hemos decidido no tener pena de muerte ni cadena perpétua. Pero pese a eso, lo que nos gustaría es que esas personas se desvanecieran".

EXCARCELACION INESPERADA El médico Angel Cuquerella, experto en psicología forense y criminal, es favorable a que, antes de la excarcelación, "se estableciera algún tipo de control voluntario desde un punto de vista psicológico, psiquiátrico o farmacológico". En su opinión, la reacción de la sociedad es la lógica. "La gente ve peligro en ellos y se aparta", comenta, y resalta que parte de estos individuos rechazan en prisión someterse a cualquier terapia. "Cuando salen el peligro continúa ahí. Con los años, la peligrosidad baja, no porque sean más conscientes del mal que hacen sino porque el físico no acompaña".

Cuquerella dice que "algunas de estas personas no son de hacer planes; más bien de vivir al día". Eso se ha acentuado con las excarcelaciones repentinas por la caída de la doctrina Parot . "Esperaban estar muchos años en prisión y de repente les excarcelan. Eso dificultado preparar bien las salidas".