Si alguien tiene verdadero poder para que un adolescente no deje de leer «son sus amigos, sus compañeros de colegio». «La adolescencia es la edad más crítica para la lectura... No todo vale, aunque esto no significa que no haya materiales muy válidos para esas edades», afirma Ismael Palacín, director de la fundación Jaume Bofill, que impulsa, entre otros programas el Lexcit de fomento de la lectura.

De lo que se trata, insiste Palacín, es de que aquellos que en la infancia adquirieron cierta afición por la lectura no la pierdan y de que quienes no lograron aficionarse durante la primaria, se inicien más tarde en el mundo de los libros, aunque solo sea para poder comentarlos luego con los colegas.

Àlex Cosials, coordinador del Lexcit, explicaba hace un tiempo a este diario que el foco hay que concentrarlo en «el preadolescente», es decir, en el menor de entre 10 y 13 años, porque es en esta etapa cuando los libros tienen que competir por abrirse un hueco en un mundo «en el que los jóvenes tienen más oportunidades de ocio que nunca». ¿Qué pueden hacer los padres? Animar, proponer, recomendar... «En función de los gustos del hijo, pero que no traten de imponer su criterio, que les dejen leer, si el chico lo decide, esa novela de moda que ellos repudian o un cómic, porque de lo que se trata es de adquirir esa pasión», opina Palacín. En la actualidad, recuerda el experto, los libros para jóvenes cuentan con una cantidad ingente de recursos complementarios en la página web, promocionados por las editoriales o impulsados por los jóvenes lectores. H