Cuando ya se habían perdido casi todas las esperanzas, la intensa búsqueda de los restos del Airbus A-330 siniestrado el 1 de junio del 2009 en medio del océano Atlántico con 228 personas a bordo se ha visto recompensada. La carlinga del avión, que volaba de Río a París, se ha localizado a 3.900 metros de profundidad con cadáveres dentro. Un paso importante para esclarecer el misterio de la mayor catástrofe de la historia de Air France, cuyo secreto guardan las cajas negras. Los investigadores esperan encontrarlas dentro del fuselaje.

"Si no se rompieron con el impacto, las cajas pueden estar en condiciones de transmitir la información necesaria para saber qué pasó", indicó ayer el director de la Oficina de Investigación y Análisis (BEA), Jean-Paul Troadec, optimista respecto al estado de las balizas, que registran todo lo que ocurre en la cabina de mando del aparato. La información que contienen es vital para establecer si los fallos en las sondas Pitot, los medidores de velocidad, son la única causa del accidente, como sostienen Air France y la constructora Airbus. A raíz de la denuncia presentada por los familiares de las víctimas, ambas empresas han sido procesadas hace dos semanas por "homicidios involuntarios".

TENACIDAD RECOMPENSADA De momento, la posición de los restos permite confirmar la tesis de que el avión cayó al mar en posición horizontal. "Nuestra tenacidad ha sido recompensada", se felicitó ayer Troadec en rueda de prensa. El responsable de la investigación del accidente que costó la vida a todos los pasajeros y la tripulación evitó entrar en detalles sobre los cadáveres por respeto a las familias. Ayer se divulgaron las primeras imágenes, que muestran los motores y restos del avión en las profundidades abisales, a las que no se aventuran los tiburones.

Ahora habrá que esperar un mes para repatriar los restos. El lugar donde se encuentran no se ha dado a conocer para mantener la confidencialidad.