Luis Albarrán fue todo un señor del campo bravo extremeño, uno de los ganaderos más importantes que ha dado Extremadura. Se fue en silencio el pasado diciembre, como casi siempre él vivió. Pero su recuerdo flotaba en el sentimiento de quienes le conocimos y le apreciamos. Y más ayer cuando sus hijos, por él, echaron una gran corrida de toros.

Lo mejor del encaste Murube se vio en el coso placentino: esos toros astiblancos que no fallan, chatos, largos de cuello y espinazo. Fue además una corrida pareja de presentación, también agradable por delante, pues esta vacada no da muchos pitones. Pero cuando rompían a galopar, lo hacían con esa forma sostenida, rítmica, que ha hecho a estos toros ideales para el rejoneo.

Se concedieron siete orejas, algunas generosas (las dos de Andy Cartagena del cuarto), pero se vieron también grandes cosas a cargo de Joao Moura y de Leonardo Hernández. El portugués estuvo bien en su primero. Lo mejor fueron cuatro pares de banderillas al quiebro en los medios. Mas falló con el rejón de muerte.

Ante el gran quinto, un animal bravo, con un tranco excelso, todo lo que hizo tuvo pureza. Pureza es ir de frente al toro que espera en los medios y hacerlo reposado, dejándose ver. Pureza es ajustarse con el animal y clavar tras quebrar de arriba abajo, al estribo. Y pureza es torear en los remates, llevando al toro cosido a la grupa. Fue esa una gran faena, premiada con dos orejas.

La gran dimensión que Leonardo Hernández la dio ante el tercero de la tarde. Con regusto lo paró en un palmo y sobre el gran Oh 31 brindó un soberbio tercio de banderillas. Cabalgaba a dos pistas en las preparaciones, consintiendo al animal, que iba a más. Ora en los medios, ora al sesgo, fueron tres los palos que clavó. Siguió sobre otro gran equino, el castaño Quieto, con un magnífico par en las afueras pero más en corto. Las dos orejas premiaban una labor redonda.

En sexto embistió también y comenzó Leonardo con un único pero gran rejón de castigo. Ahora sacó primero a Verdi en banderillas para lograr dos pares al quiebro en los medios, y siguió sobre Duque, con el espectáculo de las piruetas. Pero falló con el rejón de muerte. Andy Cartagena cortó una oreja a su primero, con el que estuvo centrado pues fue el único albarrán que se fue con descaro a tablas. El cuarto fue otro buen toro. Lo mejor fueron las preparaciones sobre Fandi, pues el ajuste al clavar brillaba por su ausencia. Fue esa una labor más espectacular que ortodoxa, premiada en exceso.