TEtsto de interpretar el nuevo modelo de financiación tiene mucho de felino. De ronroneos y maullidos. El Gobierno no ha dicho ni mu (bueno, ni miau) sobre la distribución del dinero por territorios, aunque saberlo lo sabe, ya que el primer abono lo realizará este año con cargo a los presupuestos generales. Seguimos sin conocer datos y, no obstante, ya he escuchado y leído a gente dando cifras de lo que se va a ganar o perder. Mal por todos. Yo para hacer balance, o balanza, tengo que tener números delante, lo demás son maullidos o ronroneos, y de eso los políticos saben mucho.

Esta semana unos investigadores británicos de la Universidad de Sussex han presentado los resultados de una interesantísima investigación sobre los métodos de ronroneo de los gatos. Dicen estos estudiosos que los gatos han desarrollado sutiles técnicas con las que juegan con la psicología de los que les rodean para conseguir lo que quieren. Cuando precisan algo los gatos añaden a su ronroneo habitual un sonido de frecuencia más alta que consigue captar la atención del receptor. Aseguran estos científicos que esta llamada de atención se convierte en un ronroneo tan desagradable que es difícil ignorarlo. Total, que se termina accediendo a la petición por aburrimiento, por no seguir escuchando ruidos molestos.

A mí, de la resaca del nuevo modelo de financiación también me cansan ya tantos ruidos molestos, tantas interpretaciones y tantas rupturas de España (que supongo que estará dividida entre los que ronronean lastimosamente y los que ya están aturdidos). Y para los que se no se den por aludidos, dicen esos investigadores que todavía hay muchos gatos que para que les presten mayor atención pasan de los ronroneos y acuden a los viejos maullidos. Psicología felina.