Bartolo, el convocante, es un tipo muy conocido en Els Ports, la comarca ubicada en las entrañas de la provincia de Castellón y colindante con Teruel, y y no pudo elegir mejor escenario para celebrar su 50 cumpleaños que la ermita de San Cristóbal, una atalaya desde la que se divisa un paisaje agreste y seco que nunca olvidan los que lo descubren. Citó a todos sus amigos, de Herbés, su pueblo, de Morella, de Forcall, de La Mata, de Vilafranca del Cid y de más lejos. Hasta de Valencia y Teruel quisieron participar en una fiesta que acabó en tragedia. Era un frío día del duro invierno que no olvidarán los escasos 8.000 habitantes de una zona olvidada de forma secular.

"Eramos muchos en la fiesta. Creo que unas 60 personas y yo fui con mi compañero y con mi hija Lola, de cuatro años, por lo que volví a casa pronto, a medianoche, porque la niña tenía sueño", explicaba ayer en conversación telefónica con este diario Angeles, de Forcall, un pueblo a los pies de Sant Crist²fol. Estaba destrozada, incrédula de lo que había sucedido. Entre los invitados hasta había un par de grupos de música, uno formado por jóvenes que habían llegado de Les Alqueries, Nules y Burriana, localidades cercanas a Castellón. A alguien le pareció ver incluso a Manolo Kabezabolo, el trovador punk de la canción española. Era una de las sorpresas que habían preparado para Bartolo unos amigos de Teruel.

Ni Angeles ni su compañero Javi sabían nada de la luctuosa noticia hasta que les avisó un amigo, que estaba de guardia en el juzgado de Vinarós. "Primero pensé que había sido un accidente de tráfico", decía Angeles. De la carretera comarcal, entre Forcall y La Todolella, se llega a San Cristóbal a través de una empinada y estrecha pista, helada seguro por una temperatura bajo cero.

¿Cómo pudo pasar?

Si a Angeles le avisó un amigo, Gerardo, de La Mata, conoció el hecho en su casa. "Me he enterado por la tele", decía otro de los invitados. El también había estado en la celebración junto a su mujer Mónica, y volvió a dormir a casa porque habían dejado al pequeño Gerard con su abuela. A media tarde de ayer estaba desolado sin acabar de creerse la noticia. "Me han empezado a llamar amigos y todos nos preguntábamos cómo podía haber pasado".

De La Mata también acudieron Silvia y su compañero Julián. Dicen que fueron de los primeros en descubrir, sobre las cuatro de la tarde, al regresar a San Cristóbal que 18 jóvenes se habían dejado la vida en una de las ermitas más hermosas de Els Ports y desde ayer un lugar de tristísimo recuerdo para muchos españoles y, sobre todo, para la comarca.