Lo de menos era el tipo de dolencia, pues la operación se habría realizado sin problemas en tierra firme, pero un equipo de médicos franceses demostró ayer que es factible y hasta puede ser útil intervenir quirúrgicamente en microgravedad. Philippe Sanchot, un voluntario de 46 años que tenía un pequeño quiste de grasa en el antebrazo, se subió a un avión Airbus A300 especial, emuló por unos instantes a los astronautas y regresó curado. El bisturí no salió volando porque llevaba un potente imán.

"La operación se ha realizado sin dificultades y ha concluido con éxito", declaró al regresar el jefe del equipo, el cirujano Dominique Martin, del Centro Hospitalario-Universitario de Burdeos. El Airbus A300 Zero-G despegó desde el aeropuerto de la ciudad francesa a las 9.30, horas española, y regresó a las 12.30.

ENTRENAR ASTRONAUTAS Para lograr la microgravedad, el avión no tuvo que subir hasta 100 kilómetros de altura, sino que le bastó con llegar a 6.000 metros y allí poner en práctica una técnica de ascenso y caída libre conocida como vuelo parabólico. La maniobra se ha empleado a menudo para entrenar a astronautas y para algunos experimentos científicos necesitados de microgravedad, pero nunca, salvo en el caso de un ratón, se había realizado una operación quirúrgica.

El vuelo parabólico consiste en ascender hacia arriba a gran velocidad y con una inclinación brutal del morro --ayer fueron 47º-- y, de repente, parar los motores. El avión sale despedido por la inercia, traza una trayectoria parabólica y vuelve a caer, resume Laura Sancho, ingeniera aeronáutica por la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y pasajera en un vuelo realizado a principios de mes con el mismo Airbus. Durante los segundos anteriores y posteriores al cénit, que ayer se alcanzó a 8.500 metros de altitud, se llega una gravedad cercana a cero.

En cada parábola se viven entre 20 y 25 segundos de ingravidez. Y como el A300 hizo ayer 32, eso supuso un tiempo acumulado de ingravidez inferior a 10 minutos. "Si hubiéramos tenido dos horas continuas, habríamos podido operar una apendicitis", dijo el doctor Martin. Los médicos escogieron la extirpación de un quiste porque era una operación que se podía desarrollar en plazos breves interrumpidos.

Los protagonistas de la historia viajaron atados con arneses: el paciente, para no salirse de la camilla, y los médicos --tres cirujanos y dos anestesistas, todos militares y con experiencia paracaidista--, para poder atinar con el instrumental. "Al ascender, por efecto de la supergravedad, debes tener cuidado de no torcerte el cuello --rememora Laura Sancho--. Luego, en cambio, debes agarrarte porque sales volando con la microgravedad. Y, finalmente, vuelves a la supergravedad hasta que el piloto endereza el avión". Los pasajeros deben tomar pastillas contra el mareo.

LA RAZON DE LA PRUEBA "No se trataba de hacer una exhibición técnica, sino de comprobar la fiabilidad del sistema --afirmó Martin--. Ahora sabemos que un ser humano puede ser operado en el espacio sin problemas". De hecho, la ablación del tumor benigno se desarrolló en unas condiciones equiparables a las de la Estación Espacial Internacional (ISS), que se encuentra a 400 kilómetros de altura y en donde la gravedad es inferior al 10%.

El próximo paso, posiblemente a finales de año, consistirá en embarcar en el Airbus Zero-G a un robot que esté teledirigido desde Tierra y que realice una operación en condiciones similares. Las nuevas técnicas quirúrgicas, explica la Agencia Europea del Espacio, abren una vía para operaciones de urgencia en la ISS o en hipotéticas misiones a la Luna o Marte.

La joven ingeniera Laura Sancho (21 años) y tres compañeros de Barcelona (Ramón Pino, Oscar Maldonado y Francesc Suñol) fueron seleccionados recientemente por la ESA, mediante un concurso de méritos, para poner a prueba en microgravedad un experimento diseñado por ellos mismos sobre el fenómeno de la coalescencia (choque de burbujas de aire dentro de un fluido). Los cuatro se subieron al Airbus. "¡Uf, y tanto que se nota la microgravedad!", dice Sancho.