Igual que la equivalencia de una fanega de tierra varía de pueblo a pueblo, porque se corresponde con la superficie de producción de grano, que difiere de un lugar a otro, en Extremadura se han empleado a lo largo de la historia unidades de medida propias y diferentes a las de otras regiones, que conforman parte de la peculiaridad extremeña y que en algunos casos son coincidentes con el Alentejo.

Las explicaciones de estas unidades y una recopilación de instrumentos de medida tradicionales se exponen desde ayer y hasta el próximo 14 de septiembre en el Museo de la Ciudad Luis de Morales de Badajoz, por la Sociedad Extremeña de Educación Matemática, coincidiendo con la celebración del XII Simposio de la Sociedad Española de Investigación en Educación Matemática. Se trata de una exposición fundamentalmente "histórica y didáctica", según la presentó ayer el presidente de la sociedad, Ricardo Luengo, junto a Lorenzo Blanco como organizador del simposio y de la concejal de Cultura de Badajoz, Consuelo Rodríguez Píriz.

A quienes tengan ya una cierta edad, muchos de los 300 objetos que se exponen les traerán recuerdos de otros tiempos y, a los más jóvenes les resultarán desconocidos, pero curiosos. Los instrumentos proceden de donaciones, anticuarios, desguaces y algunos se han fabricado siguiendo pautas tradicionales. Uno de los artilugios de los que se sienten más orgullosos los organizadores por su originalidad es un medidor de rueda de carros, que permitió colocar los radios a igual distancia unos de otros. También hay sortijeros, un medidor de hilo, una tabla de lavandera (donde se apuntaba la cantidad de cada prenda), un calibrador de fruta y utensilios de zapateros. Se exponen además un cartabón y cadenas de agrimensor (que se utilizaban para medir la superficie de las fincas), un pesacartas antiguo de Correos, una "fantástica" colección de balanzas de tamaños y modelos diversos, metros de madera para tela de los que se empleaban en las tiendas de retales o medidores de latón para la leche, habituales cuando se vendía a granel y aún no existía el tetra-brick.

Contaba Lorenzo Blanco que antiguamente en los ayuntamientos había una medida que era "la fielá" y los artesanos que elaboraban los objetos para medir cantidades iban a comprobar si la dimensión se correspondía con la establecida oficialmente y si así era, se les hacía una marca como garantía de precisión.