TEtn Riolobos ponen el mejor besugo a la espalda, en Navaconcejo cocinan el mejor bogavante y en Ceclavín, mi padre pesca unas merluzas estupendas. Las dos primeras aseveraciones son científicas, rigurosas y comprobables. Y si no, que se lo pregunten a mis colegas del trabajo, que cada mes de mayo van a Riolobos sólo por zamparse un delicioso besugo al horno. O a alguna de las atentas chicas de la ITV de Cáceres, que de vez en cuando se acercan por el restaurante Las Cuatro Jotas de Navaconcejo a tomarse un arroz con bogavante de chuparse los dedos. En cuanto a lo de las merluzas ceclavineras, ahí ya entramos en el escurridizo terreno de lo legendario. Además, está por medio mi madre y las madres, ya se sabe.

Parece ser que la falta de lluvia, además de llenar de bellotas las encinas, está secando los pantanos y los pescadores están lanzando sus cañas en territorios abisales de donde sacan peces asombrosos. Mi padre, por ejemplo, pesca en el Alagón, a su paso por Ceclavín, unos lucios trompeta de muchos kilos y de una carne tan fina que mi madre la compara con la de la merluza. No contenta con tan increíble similitud, proclama a los cuatro vientos que las carpas gigantes que pesca mi padre, horneadas a conciencia, parecen besugos. Ya sabíamos que Cáceres era la provincia con más kilómetros de costa de España. Ahora, además, tenemos ríos merluceros, pantanos besugueros y restaurantes de secano donde bordan el bogavante. Ni O Grove, ni Luarca, ni Conil... Ceclavín, puerto de mar, Riolobos, capital del besugo y Navaconcejo, paraíso del marisco.