Lo mejor de la televisión es que satisface la vanidad del actor: de repente pasa de ser uno más a aparecer en los medios de comunicación, a firmar autógrafos, a contar para los directores. La lista de llamadas de José Coronado parece interminable en los últimos años, aunque en medio reciba algún que otro pescozón . "Es una buena cura de humildad", afirma ante el fracaso de la última serie que ha protagonizado, Código fuego , retirada de las pantallas por la baja audiencia.

Pero el actor, que el pasado sábado recogió el premio San Pancracio por su papel en la película de Enrique Urbizu La caja 507 , matiza que las prisas en estrenarla fueron también responsables de su fracaso. "La audiencia es cada vez más lista y quiere cosas mejores. Había que haberlo preparado con más tiempo. Pero como experiencia ha sido maravillosa".

El actor que adquirió fama televisiva con la serie Periodistas paseó su simpatía y atractivo por las calles de Cáceres durante el fin de semana, requerido constantemente por fans que se fotografiaron con él y se llevaron autógrafos y besos.

En este tiempo ha podido pasear tranquilamente por la parte antigua de la ciudad, vivir algo de su noche, comer bien y mostrarse accesible a todos. No se le vio un mal gesto cuando en la gala de los San Pancracio se sometía una y otra vez en los momentos previos a la ceremonia a sesiones fotográficas y autógrafos. Para todos tuvo una sonrisa y una amabilidad.

En el cine, el actor aplica una máxima que le ha servido para asentar una carrera versátil, a veces criticada, a veces alabada. "La obligación del actor es no aburrir y dar cuantos más registros mejor", declara a este diario Coronado, a quien se ha podido ver en papeles tan dispares como Goya en Goya en Burdeos , el de un obrero en Anita no pierde el tren , un ejecutivo que engaña a su familia en La vida de nadie o un corrupto expolicía en La caja 507 .

PAPELES

"En todos estos filmes --señala para explicar por qué los ha escogido -- hay siempre un asunto de interés actual: la emigración, la corrupción, la mentira", de manera que "en el cine hago historias de calidad y que sirvan para la reflexión".

Vagamente recuerda anteriores estancias en Cáceres, cuando acudió con compañías de teatro. Se disculpa por ese olvido, como si hubiera sido pillado en un renuncio. "Haces tantos viajes, que uno no recuerda luego las fechas".

En ese momento, horas antes de recoger el San Pancracio no tenía pensado en unas palabras contra la amenaza de guerra a Irak; pero antes se sumó a la manifestación de Cáceres de protesta hacia los países, como España, que han decidido por la opción bélica. "Está bien manifestarse, y que sea algo espontáneo, porque puede servir para que se pare esta guerra".