TEts verdaderamente increíble lo que puede caber en una casa. Qué les voy a contar que ustedes no sepan: recortes, fotos, postales antiguas, recetas de cocina, papeles varios...Uno abre un cajón creyendo que es un acto inocente y se le cae el mundo encima. Y luego, cómo guardar de nuevo, cómo puede no caber lo que antes estaba perfectamente contenido. Los muebles viejos imponen su venganza en el traslado, su queja nocturna de chasquidos. Un armario ofrece tu primer pantalón vaquero, y una mesilla se ríe de un sujetador minúsculo que adorabas. La cama donde dormían tus padres qué pequeña se ve ahora, y qué inmensa la cocina sin hermanos. Cada caja que cierras va arañando un trocito de pasado; primero, la tijera rasga el colegio, luego, el instituto, y así hasta que las lágrimas contenidas parecen tener el peso de la piedra. Cuánto cuesta una mudanza, sobre todo si el destino del camión no es otra casa mejor, ni más nueva. Si las cosas se repartirán y tendrán que ocupar un sitio en que no estorben. Dónde puede caber la enciclopedia Espasa, dónde una librería enorme de las de antes, a quién pueden interesarle los fascículos de Rodríguez de la Fuente o un juego de café descascarillado. Como nosotros, los objetos solo adquieren sentido en su contexto. Con el tiempo, uno olvida de dónde vino y qué largos eran los días que corren tan rápido ahora, y no recuerda esa dulcedumbre de moras y membrillos, ese verano eterno de la infancia. No hay nada como cerrar la casa donde fuimos niños para que la memoria renueve exactamente quiénes somos, para volver aunque solo sea un segundo a las brasas de un tiempo no tan frío.