Si las tragedias tienen grado, la peor ocurrió ayer en Hermosillo, en el norteño estado mexicano de Sonora, con niños quemados y asfixiados y padres que corrían desesperados de las ruinas de una guardería a los hospitales. Al menos 35 pequeños de entre tres meses y cuatro años murieron y otros 20 niños y seis adultos resultaron gravemente heridos cuando la guardería ABC, dependiente del Estado y regentada por un particular, se incendió tras una explosión e incendio en el depósito de vehículos aledaño. En medio de un "profundo dolor", el presidente, Felipe Calderón, exigió que "se deslinden las responsabilidades correspondientes". La policía detuvo a los propietarios del almacén y la guardería.

TRAGEDIA Pero fue una tragedia anunciada, muestra del grado de desarrollo del país, la que se abatió la tarde del viernes en una guardería con 200 niños que había sido una fábrica y ahora era un almacén más en medio de una gasolinera, un depósito de neumáticos y otro de coches. Los vecinos de ese barrio del sur de Hermosillo explicaron que fue en ese último depósito donde se produjo "una explosión y enseguida un gran incendio" que se propagó a la guardería. Parte del techo de la escuela se derrumbó de inmediato y la única puerta quedó atrancada. Era media tarde y los padres habían recogido ya a buena parte de los pequeños. Pero dentro quedaban más de 100 y sus cuidadoras.

Un joven que conducía una camioneta "fue el héroe, arriesgando su vida y su carro", coincidieron en señalar los vecinos. Embistió la pared de la guardería hasta abrir un hueco, por el que salió mucho humo y se pudo sacar a los niños.

Como siempre en este país, fue la rápida y solidaria actuación popular la que en algo mermó las cifras de la tragedia. Coches particulares, patrullas y ambulancias trasladaron a medio centenar de niños malheridos a hospitales, lo que provocó un peregrinar de padres casi tan indignados como desesperados.

Una madre de un niño de cuatro años, Isabel López, clamaba: "No sé dónde está mi hijo. Me dicen que vaya a los hospitales, pero nadie nos da razón de cómo ni dónde. Es una desesperación y rabia contra estas autoridades que tenemos".