Antes de la nueva erupción, el barco Profesor Ignacio Lozano se había dedicado a tomar muestras a diversas profundidades para intentar caracterizar el fenómeno volcánico. A bordo viajaban 13 personas, entre científicos y marineros, que tuvieron que ponerse las mascarillas cuando pasaron por las zonas con mayor presencia de azufre. Los especialistas recogieron también peces muertos. El buque tiene capacidad para lanzar sondas a 1.500 metros de profundidad. Ramón Ortiz, vulcanólogo del CSIC, advierte de que no es nada fácil acceder a las zonas de fractura porque, al margen de la turbidez del agua y la falta de luz, la mancha de la superficie no tiene por qué situarse justo encima del foco emisor.