La larga y rocambolesca historia de Joyce McKinney --que ahora se hace llamar Bernann MacKinney-- parece salida de una película de Russ Meyer, una de esas en las que hay mujeres superdotadas que causan terror en la carretera y abusan de cuanto hombre se cruza con ellas, pero con un último vuelco argumental tan absolutamente inverosímil que hasta el cineasta hubiera descartado. Solo que aquí todo es más real. Según los registros de Carolina del Norte, su estado natal, y las declaraciones de varias personas que la conocen, McKinney, la norteamericana a la que se vio hace unos días abrazando y besando a sus cinco cachorros pitbull --los primeros perros clonados con fines comerciales-- es la misma mujer que 30 años atrás, cuando residía en el Reino Unido, secuestró a un misionero mormón, lo encadenó a una cama y le obligó durante días a tener sexo con ella. La mujer, sin embargo, lo único que ha dicho al respecto es: "Eso es basura, no soy yo".

UNA BELLEZA Año 1977, el pueblo de Ewell, al sur de Gran Bretaña. Kirk Anderson es un joven nacido en Utah, el estado de los mormones. Está en Inglaterra porque tiene una misión: llamar a los timbres de las casas para que le dejen entrar y así predicar la palabra de Joseph Smith, el fundador de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. McKinney es una antigua animadora deportiva. Ha ganado algún concurso de belleza de nivel medio en Carolina del Norte.

Cuando ambos se cruzan, ella saca una pistola y le encañona. Con la ayuda de un amigo, llamado Keith May, la mujer que ahora ha vuelto a hacerse famosa, por ser dueña de cinco perros clonados, droga al misionero con cloroformo, lo mete en su coche y conduce cientos de kilómetros, hasta una finca alquilada del siglo XVII situada en Devon. Una vez allí, el pobre mormón ve cómo lo encadenan a una cama, con una pierna esposada a cada esquina inferior del lecho. Durante siguientes días, McKinney le fuerza a tener sexo con ella, hasta que Anderson consigue escaparse y sale corriendo de la casa. La violadora dirá después que lo único que pretendía era tener un hijo.

DISFRAZADA DE MIMO Aquí las cosas se ponen aún más extrañas. El misionero alerta a la policía inglesa, que peina Devon y acaba dando con la mujer y su compinche. Mckinney pisa la cárcel, pero tras tres meses sale en libertad provisional bajo fianza por su delicado estado mental. Y es entonces cuando vuelve a juntarse con su cómplice en el secuestro y los dos dejan el Reino Unido rumbo a Canadá disfrazados de mimos. Tres años después es detenida en Utah por haberle acosado otra vez.

Como recordaba ayer Ian Cobain en The Guardian , el suceso fue un "sueño hecho realidad para los tabloides". "Un caso de esclavitud sexual mormona", tituló el Daily Mail . El Daily Mirror optó por "McKinney y el mormón encadenado". Pero la historia habría quedado como un suceso casi olvidado que escandalizó a los británicos durante mucho tiempo, de no ser porque hace una semana la mujer empezó a conceder entrevistas para hablar de sus flamantes cachorros clonados.