"Machismo con faldas". Por primera vez en la historia, un eclesiástico, que encima es Papa, utiliza esta expresión para referirse a aquellos que afirman que la mujer es muy importante para la sociedad, pero luego, en la realidad, ofrecen soluciones concretas que constituyen un nuevo tipo de machismo.

"Temo la solución del machismo con faldas, porque la mujer tiene una estructura diferente de la del hombre", afirma el papa Francisco en la entrevista, explicando que "los discursos que escucho sobre el papel de la mujer a menudo se inspiran en una ideología machista".

El razonamiento del Pontífice parte de que "las mujeres están planteando cuestiones profundas que deben ser afrontadas" y, sin enumerarlas, añade que "para la Iglesia la mujer es imprescindible" y que "la Iglesia no puede ser sí misma sin la mujer y su papel".

PAPEL MAS INCISIVO Tras repetir cuanto ya había dicho sobre que la "virgen María, una mujer, es más importante que los obispos", agrega ahora que "no hay que confundir la función (de la mujer) con la dignidad". El Papa reconoce que en el catolicismo se ha estudiado poco el papel de la mujer, por lo que "hay que profundizar mejor en su figura", animando a trabajar "para hacer una profunda teología de la mujer", porque "solo así se podrá reflejar mejor la función de la mujer dentro de la Iglesia".

Según Bergoglio, "el genio femenino es necesario en los lugares en los que se toman decisiones importantes". No especifica el Pontífice a qué instituciones y organismos se refiere, pero concreta que "en la Iglesia es siempre necesario ampliar los esfuerzos de una presencia femenina más incisiva".

En la entrevista el Papa no va más allá, probablemente consciente de que en ambientes con frecuencia misóginos como los eclesiásticos, la cuestión no puede decidirla por sí solo. En dos de las tres comisiones que están trabajando actualmente para la reforma de la curia (el Gobierno central del catolicismo), que empezará a abordarse el próximo octubre, Bergoglio ha colocado a dos mujeres, una en el grupo para la transformación del IOR, el banco del Vaticano, y la otra en el de la reforma de todos los entes económicos de la Santa Sede y del Estado Pontificio.