No consigo entender cómo es posible que Extremadura sea la segunda comunidad que más reduce el presupuesto para educación, y una de las que destina menos dinero del presupuesto general (un 18,8%) frente a otras que guardan casi la tercera parte para este apartado. No cabe en mi cabeza que los informes nos estén recordando continuamente los resultados que obtenemos con este sistema educativo para ahora acabar invirtiendo menos dinero en solucionar problemas. Y de qué forma. Dejando aparte la bajada de sueldo a los funcionarios y otros profesionales del sector de la enseñanza y la reducción de actividades extraescolares, los recortes no han llegado a otras partidas, como la irracional ( y en algunos casos llamativa) construcción de institutos a escasos kilómetros unos de otros, la poco rigurosa selección de los alumnos becados, el reparto de los ordenadores portátiles (gasto innecesario dado que en todas las aulas existían ya ordenadores y la propia Junta concede ayudas para las familias que deseen comprar uno), etc. Y ahora resulta que van a invertir menos aún. Se crea o no en la educación, es lo único que tenemos para formar profesionales cualificados, personas capaces de enfrentarse a un mundo en crisis. No se trata solo de transmitir conocimientos o de que mientras estudian, los jóvenes no figuran en la lista del paro, sino de que nuestros alumnos, sus hijos y los míos, tengan recursos para no acabar en esa lista. No se pueden lanzar mensajes contradictorios. Si en tiempos de crisis solo se invierte en lo que crea empleo, las aulas son la cantera y el futuro. Creer en la educación no es esto, no es esto.