El barrio madrileño de Malasaña volvió a ser ayer, por segunda madrugada consecutiva, un escenario de vidrios rotos, contenedores quemados, contusiones, heridas, adoquines utilizados como proyectiles, cajas de Coca-Cola como escudos, balas de goma, bengalas y, sobre todo, porras, muchas porras policiales. Tras la experiencia del martes pasado, cuando los enfrentamientos se saldaron con 22 heridos y siete detenidos, esta vez la policía (tanto municipal como nacional) había desplegado un dispositivo con decenas de coches para impedir que cientos de jóvenes celebraran en la plaza del Dos de Mayo el botellón . Pero la mayor presencia policial trajo mayor violencia: más allá de los ocho arrestados y los 45 heridos, ayer se pudieron ver imágenes como la de un agente local que golpeó una y otra vez a un joven que se encontraba en el suelo y no oponía resistencia alguna.

Los incidentes de la pasada madrugada han vuelto a abrir el debate sobre los difusos límites del ejercicio de la fuerza por parte de los cuerpos de seguridad. ¿Actuó la policía de forma desproporcionada en Madrid La presidenta de la asociación vecinal Asamblea Ciudadana del Barrio Universidad (nombre oficial de Malasaña), Isabel Rodríguez, lo tiene claro. "Ha sido un despropósito total", sostuvo. "Nosotros sufrimos todo el año a los jóvenes del botellón y fueron ellos quienes comenzaron los enfrentamientos al increpar y lanzar objetos a la policía. Pero la actuación de los agentes fue absolutamente desmedida. Hubo vecinos que volvían de cenar y fueron golpeados por los policías", dijo.

Sin embargo, tanto el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, como la delegada del Gobierno en la comunidad, Soledad Mestre, salieron en defensa de los agentes. Para el primero, "no hay que tolerar que el vandalismo quiebre la convivencia". Para la segunda, la policía "tuvo que intervenir". Eso sí, mientras Gallardón achacó la violencia juvenil a personas ajenas al barrio que buscan "directamente el conflicto", Mestre sostuvo que la causa de la reyerta fue "el consumo excesivo de alcohol". Nada dijo, en cambio, Pedro Calvo, concejal de Seguridad y, por lo tanto, responsable de la polémica actuación de los municipales.

Y, mientras tanto, a una vecina, que pidió anonimato, se le quedó una imagen grabada entre las pelotas de goma y las bengalas, los contenedores en llamas y botellas rotas, los adoquines y ladrillos arrojados por los jóvenes contra los agentes. Esta mujer afirma que vio, a eso de las tres y media, tras una carga policial, a una vendedora de cerveza ambulante de origen oriental que, sentada en una acera, tenía la cabeza empapada de sangre. "Los agentes se portaron como bestias", opinó.