Es pronto, muy pronto, y por el momento no hay concreciones, solo gestos. Pero desde el mismo momento en que salió al balcón de la basílica de San Pedro, el papa Francisco no está dejando pasar una oportunidad de dar muestras de humildad y compromiso. Aunque quizá el más significativo de todos esos gestos haya sido el de contrariedad que se dibujó en su rostro el jueves cuando, al acudir a rezar a Santa María La Mayor, advirtió la presencia del cardenal estadounidense Bernard Francis Law, marcado como pocos por el escándalo de la pederastia.

Según publicaba ayer el diario Il Fatto Quotidiano, Francisco no solo quiso evitar que Law se le acercara, sino que está dispuesto a forzar su retiro espiritual, anunciado en el 2002 pero nunca cumplido. "En clausura sería perfecto", según el diario.

Law, de 82 años, fue arzobispo de Boston de 1984 al 2002. Está acusado de proteger en ese periodo a unos 250 curas pederastas. La asociación de víctimas SNAP le atribuye el encubrimiento de más de 5.000 casos. Forzado a dimitir y a un paso de los tribunales, anunció un retiro espiritual que no se produjo. Fintó a la justicia de EEUU trasladándose a Roma y en el 2004 fue sorprendentemente nombrado arcipreste de la basílica de Santa María La Mayor, en cuyo altar solo puede oficiar el Papa. Retirado en el 2011, Law sigue sin embargo residiendo en el Palacio de Santa María La Mayor. Mientras, la archidiócesis de Boston ha tenido que vender iglesias para reunir los 120 millones de dólares (unos 92 millones de euros) de las indemnizaciones a las víctimas.

DETALLES CON MENSAJE En la audiencia con los cardenales de ayer, el papa lució de nuevo esta hábil oratoria en la que mezcla la reflexión teológica con lenguaje llano y referencias cotidianas: así, llamó a no ceder al "pesimismo", afirmó que el Espíritu Santo crea la unidad de la Iglesia "no en la uniformidad, sino en la armonía" e invitó a los cardenales, puesto que "más de la mitad", él incluido, están en "la vejez, sede de la sabiduría", a compartir esa sabiduría con los jóvenes, "como el buen vino, que con los años mejora".

Y más allá de sus palabras, los detalles con mensaje de Francisco se han amontonado en apenas tres días. Empezando por el nombre elegido, el del santo de los pobres, y siguiendo con su atuendo; ayer volvió a vestir sotana blanca, sin estola, como ya hiciera tras su elección, y lució la cruz de hierro que siempre ha llevado, y no la tradicional cruz de oro de los pontífices.

De hecho, ya antes de salir al balcón, justo tras la aceptación, quiso recibir el homenaje de los cardenales de pie, sin sentarse en el trono. Luego no estrenó el lujoso Mercedes blindado papal sino que volvió a la residencia de Santa Marta, donde se alojaban los electores, en autobús con los demás. De momento sigue en esa residencia "sin ningún trato especial", explicó ayer el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, que tampoco pierde ocasión de divulgar signos de los nuevos tiempos: "Cuando llega