Al igual que el 57% de los venezolanos residentes en España, Loly Ibernón, nacida en Caracas, tiene nacionalidad española. Llegó en 1989 a Barcelona y obtuvo la nacionalidad gracias a que sus padres son españoles. Cree que ese trámite le facilitó la llegada, pero no la adaptación. "Solo encontré trabajos típicos de inmigrante: haciendo encuestas en la calle y vendiendo relojes en los bares", explica. Sus padres murcianos emigraron a Venezuela cuando ese país prosperaba como pocos, a mediados del siglo pasado, donde miles de españoles encontraron un camino productivo.

Ella hizo el camino inverso pero las dificultades laborales en Barcelona la hicieron volver a Venezuela de 1996 al 2002, cuando allí comenzó la crisis política. "Me ahogué con gases lacrimógenos en las marchas en contra de Chávez, sufrí un clima de inseguridad y decidí regresar con mi familia", añade. En su segunda etapa, encontró un buen trabajo como comercial y fijó su residencia en Sabadell. Ahora, su marido Eduardo (en la foto, con ella), también venezolano, espera obtener el DNI. No duda sobre su identidad: "Llegué con 22 años, por eso creo que nunca me sentiré española". D. P.