En España, el curso escolar comenzará bajo el fuego cruzado de Educación para Ciudadanía, una materia en la que, batallas al margen, se exponen a los adolescentes algunos de los problemas que los adultos (violencia sexista, fraude fiscal, imprudencias al volante, discriminación racial...) En Francia, el debate es otro. Disciplina, autoridad, exigencia, respeto... Después de un curso marcado por el crecimiento de la violencia en las aulas y tras la victoria de un presidente, Nicolas Sarkozy, amante del orden y la mano dura, el país ha recuperado métodos de antaño. Según una encuesta, el 87% de los franceses apoyan la vuelta a la escuela tradicional. Es más, según otro sondeo, el 49% de los alumnos reclaman más autoridad a los profesores.

El estudio, hecho por TNS-Sofres, indica que los escolares sitúan los problemas de indisciplina a la cabeza de las dificultades que deben afrontar, por delante de la multiculturalidad de las clases y del deterioro de las instalaciones. Este curso, algunas escuelas han decidido poner música a la partitura rescatando antiguas usanzas.

Al norte del país, en la escuela pública de Ohain, la novedad es un carnet de puntos. Como si se tratara de un permiso de conducir, los alumnos de esta población han recibido un carnet con 20 puntos. Lanzar comida o tener una actitud irrespetuosa está penalizado con cinco puntos. El mal comportamiento, con tres. La pérdida de 15 puntos implica que los padres serán citados en el centro y conminados a llamar a su hijo a capítulo. Si caen todos los puntos, el castigo será una semana sin poder comer en el colegio. La tercera expulsión será definitiva.

En París, el instituto François-Villon, conocido como un centro conflictivo, los alumnos deberán levantarse cuando entre el profesor y solo podrán sentarse cuando éste dé permiso. Algunos profesores del centro evitan expresamente el tuteo con los alumnos y les hablan de usted.