El diestro extremeño Jairo Miguel confirmó ayer en la plaza de las Ventas de Madrid la alternativa. En el toro que le correspondía en su ceremonia de confirmación anduvo indeciso, tanto que eso fue lo que acrecentó la mala condición del astado, manso y "orientado", que al dejarle la ventana abierta, al torear más despegado de lo recomendable, sufrió un par de acosones a partir de los cuales el toro se hizo el amo.

El sexto, la gran excepción. Toro con calidad, desplazándose largo, templado y humillado. Jairo Miguel le pegó algún pase bueno, de mano baja y trazo largo, pero sin continuidad. Hubo más toro que torero.

Cinco silencios como losas, y una ovación de muy poco eco al ser sustitutiva de una más que posible oreja en función de la calidad que tuvo el toro de esa faena, el único en la tarde con clase y posibilidades, resumen en definitiva de un festejo ayuno de contenido artístico. Sólo "se dejó" un toro, y al final de la corrida. Y encima no fue convenientemente aprovechado. Así hay que imaginar el plomazo de festejo.

No pudieron hacer gran cosa los toreros, en función del ganado tan poco apto. El público, por momentos, en la desesperación, tanto como la tarea de contar lo que allí pasó, o, para ser exactos, no pasó.

El primero de Puerto, manso como toda la corrida, la dos veces que fue al caballo lo hizo al relance para terminar yéndose suelto. Cortito de embestida, no obstante, tuvo su punto de nobleza. Puerto no terminó de verlo claro en un trasteo sin asiento ni ajuste, con muchos enganchones. Ya en el cuarto la cosa fue más complicada. Toro grande, y ´enterándose´, que se frenaba y se ponía por delante. Puerto no se dio coba alguna, abreviando tras cuatro trapazos por la cara y sobre las piernas.

Nada del otro mundo que no fuera ´la osadía´ de un inoportuno tocamiento de pitón, adorno que no venía a cuento después de no haberse comprometido en absoluto con el toro. Un detalle con el que los toreros antiguos rubricaban una temeraria y poderosa pelea, que en este caso no se dio. Kafkiano Puerto.

El Capea, muy puesto de todo, por disposición y recursos, con el peor lote, firmó los pasajes más sinceros de la tarde. Muy firme y capaz en el tercero, que se quedaba corto y echaba la cara arriba en los remates, lució en la primera parte de la faena. Peor fue el quinto, toro incierto, muy bruto. Otra vez quiso mucho El Capea. Pero, lógicamente, sin superar lo imposible.