TAtlemania me asombra. Desde pequeña he oído eso de que es un pueblo trabajador, y que es ese trabajo el que les llevaba a levantarse una y otra vez, en tiempo récord, de los desastres y devastaciones ¡El milagro alemán!, me decían, pero fue al comenzar a salir al extranjero cuando comprobé, en propia mano, su fortaleza a través de la moneda. Daba igual que los, entonces imprescindibles, cheques de viaje los compraras en dólares o en marcos, porque ambas divisas era aceptadas fueras donde fueras. Había otra manera de comprobar lo ricos que eran. Bastaba con darse una vuelta por cualquier punto de la costa española para ver que los alemanes disponían .

Milagros de antes y milagros de ahora. Cuando cayó el muro eran habituales los comentarios y artículos sobre el coste económico que para Alemania iba a suponer la unificación y la rémora que, para la boyante economía de la República Federal, iba a suponer el atraso de la República Democrática. Pues ha sido visto y no visto, y aquí está de nuevo, liderando en Europa la salida de la crisis. Ya ha crecido algo, poco, pero ha crecido, y ese ligero crecimiento les da confianza y la confianza impulsa la creación de riqueza y genera empleo.

Me gustaría saber de qué pasta están hechos, por qué sus trabajos cunden más y son más efectivos que los nuestros; qué es lo que hacen para ser más competitivos, para salir una y otra vez de los atolladeros.

Si un mandatario español dijera que su gobierno quería usar la crisis como una oportunidad, no lo creería, pero lo dijo Merkel hace ya un tiempo y la creí; confianza no tanto en ella como en el pueblo alemán, hacedor de milagros, como Ave Fénix resurgiendo de sus cenizas.

Qué tienen que no tengamos, qué saben que no sepamos y qué hacen que no hagamos. Quizá tan sólo se trata de que creen en ellos.