POMPEYA. Juan Pablo II cumplió ayer uno de sus más anhelados deseos y que parecía difícil por su debilitado estado de salud: postrarse ante la Virgen del Rosario, en Pompeya, para pedirle la paz en el mundo, lo que logró y con creces, ya que se vio a un Papa con mejor aspecto y la voz fuerte. Por la tarde, volvió a Roma. EFE