Lydia Delgado puso el chic, y Victorio & Lucchino, el punk-chic, pasado por Sevilla. Los dos desfiles que anoche cerraron la segunda jornada de la pasarela Gaudí justificaron toda la semana de la moda en Barcelona gracias a su alarde de creatividad y buen gusto.

Victorio & Lucchino pusieron sobre la pasarela sus clásicos renovados (foto superior izquierda). Volantes, caracolas, bordados y telas trabajadas en pachtwork. Los sevillanos definieron su colección como de punk-chic, una fusión entre elementos duros (corsés y cinturones de anchas hebillas), y la ligereza de las sedas y gasas.

EL DESFILE DE NAJWA NIMRI

Al dúo sevillano le precedió en la pasarela la catalana Lydia Delgado, quien, como es habitual, dio una lección de buen gusto. La diseñadora, fiel a su gama cromática, fue del crema al negro, e incluyó toques de fucsia, rosa y malva. Aportó fantasía e hizo un homenaje a Katharine Hepburn con pantalones de talle alto. La actriz y cantante Najwa Nimri fue la estrella del pase (foto superior derecha), con un poncho de seda negro bordado en rojo.

Armand Basi se mueve en el sport. La colección que diseña Lluís Juste de Nin está dirigida a ese público que es feliz con una camiseta de diseño y unos pantalones especiales (en la foto inferior derecha, Martina Klein con un modelo suyo).

Las chicas Bond tomaron la pasarela por la mañana de la mano de Hanníbal Laguna. El alicantino presentó, sobre todo, propuestas sólo aptas para la noche. También sólo para sexys vocacionales fueron las propuestas de baño de Guillermina Baeza, quien presentó biquinis minúsculos (Omahyra Mota luce uno en la foto inferior del centro), y bañadores con escotes y espaldas de precipicio.

El desconcierto llegó con Konrad Muhr (firma del diseñador Toni Morral), y no precisamente por su colección, en la que destacaron unos tejidos con destellos naranjas y azules, las líneas rectas y ajustadas al cuerpo, las cinturas caídas y las camisas sin mangas para hombre. El diseñador eligió como modelo a Pocholo, el anárquico huésped de Hotel Glam, que salió entre aspavientos con una chilaba, un tatuaje de serpiente y su inseparable mochila (en la foto inferior izquierda), a la que valoró en "mil euros".