Ahora que tanto se habla del homicidio del joven Alvaro Ussía a manos de tres porteros de una discoteca madrileña, se hace pertinente resaltar una obviedad: un gremio entero no puede ser estigmatizado por la brutalidad de unos pocos. Dicho esto, ahí va el contrapunto: no son tan pocos los porteros que se exceden en sus obligaciones. Trabajé un año como portero y más de diez como camarero en locales nocturnos y sé bien de lo que hablo. En la discoteca donde presté servicios como portero no tuvimos en ese tiempo el menor problema, en parte porque los dueños fomentaban el buen rollito . Si un cliente empezaba a desfasar nos limitábamos a darle nociones de Educación para la Ciudadanía (cuando Zapatero aún no se la había sacado de la chistera). Pero también conocí la otra cara de la moneda. Trabajé hace mucho en una discoteca de Madrid en la que los porteros mataban los ratos libres comentando alegremente las trifulcas del último fin de semana, indiferentes al hecho de que cada poco tuvieran que comparecer en juicios por pasarse de la raya.

A otro nivel y a modo de anécdota, recuerdo que durante la Expo de Sevilla tres amigos y yo estuvimos toda una noche recorriendo locales de moda sin poder entrar en ninguno al no superar el severo examen de los porteros. (Nos faltaría eso que llaman buena presencia ). En nuestras reuniones seguimos rememorando entre risas aquella noche sevillana en la que los porteros/dioses nos negaban una y otra vez el acceso al Olimpo.

Por desgracia, Alvaro Ussía ya no tendrá la oportunidad de echarse unas risas narrando historias similares a esta. Esperemos que la Justicia tome nota.