"La confesión no pasa por su mejor momento". El obispo Gianfranco Girotti, regente de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano, una institución que se ocupa de los pecados y de dispensar indulgencias, ha sido franco con los 750 sacerdotes que han frecuentado un curso de puesta al día. "Hoy no solo se ofende a Dios robando o blasfemando, sino también con la contaminación ambiental, realizando experimentos científicos discutibles y manipulando genéticamente para alterar el ADN o para comprometer el embrión", les explicó. Entre los pecadores incluye a quienes trafican con droga o evaden los impuestos, pero también a los que "teniendo responsabilidades políticas y sociales, provocan injusticias y generan pobreza o favorecen la acumulación de riqueza en manos de unos pocos".

Gaetano M., que ejerce en una de las parroquias del centro de Roma, expresa su perplejidad frente a la lista de nuevos pecados. En el caso de la contaminación medioambiental o de la evasión fiscal no hay nada que objetar, pero resulta más peliagudo discernir si se alienta la injusticia o se favorece la concentración de riqueza. Tras pensarlo un rato, reacciona: "Bueno, en realidad es el feligrés quien confiesa sus pecados", mientras que el sacerdote se limita a tomar nota, pide un compromiso de enmienda y le absuelve. De manera que la responsabilidad primera sobre los pecados recae en el penitente.

Girotti tampoco lo ve fácil. Explica que un estudio de la Università Cattolica de Milán, con sucursal en Roma, ha cifrado en un 60% el porcentaje de católicos que no se confiesan y que los curas "no siempre están preparados para afrontar los nuevos pecados". "Se ha perdido el sentido del pecado", había dicho el Papa al inaugurar un curso semejante en el 2010. "Queridos hermanos, hay que volver al confesionario"O, subrayó el pasado año el Pontífice al saludar a los funcionarios de la Penitenciaria.

Para Girotti, regente de la institución más antigua de la Iglesia católica, la lista de faltas se ha puesto al día porque "existen nuevas formas de pecado que ni siquiera imaginábamos. En primer lugar las nuevas fronteras de la bioética, que nos plantean alteraciones moralmente ilícitas que abarcan un radio muy amplio". Entre ellas figura la fecundación in vitro.