Perdóname amigo Fernando Solís, sentí mucho tu muerte repentina, no me enteré hasta pasados nueve días de tu sepelio, con el anuncio de la misa, a la que acudí sin falta en señal de apoyo a tu familia.

Pensar en ti me recuerda nuestra afición compartida por el mundo del toreo, nuestras tardes disfrutando del espectáculo de San Isidro, y de todas las ferias que retransmitiesen, aún guardo en mi memoria tu manera de disfrutar de aquel espectáculo, casi sin pestañear... no te imaginas lo que te echaré de menos esta temporada, amigo, en no poder compartir esas tardes, pero te imaginaré ahí en el cielo, disfrutando desde el palco de honor que te mereces, y mirando al cielo te diré, Fernando ahí están, el Cid, el Juli o Cayetano Ordóñez, a los que tanto admirabas, y con los que tanto disfrutabas al verlos torear.

Me despido ya, hasta que Dios me llame, para disfrutar de nuevo juntos.

Fernando Salado Rico