TTtiene ochenta y dos años y es inteligente, pero hay cosas que le cuestan más que antes, pero eso a ustedes, los de las compañías telefónicas, les da exactamente igual. Le han hecho marcar ya siete veces el asterisco y su número de teléfono, y después de marearle con opciones de voz enlatada, le dicen que averías es otro número. Sin rendirse, llama. Toman nota, afirma otra voz, tras mil enredos y mil teclas pulsadas. No tardarán más de dos días.

Pasan dos días. Vuelta a llamar. Lo mismo. Pulse dos. Pulse tres. Haga el pino mientras pulsa. Que es culpa del aparato que ha comprado, que lo mire. Al aparato no le pasa nada, así que otra llamada. Que irán en dos días, pero no vienen. Más llamadas. Más de lo mismo.

Se rinde por fin, que es lo que esperan ustedes. Pero no cuentan con que a veces la gente mayor tiene familia o amigos que pueden llamar también, que no se conforman tan pronto, que no son tan educados. Y que marcan el uno y el dos con más energía y más rabia. Y hasta hacen el pino. Entonces sí que acuden sus técnicos.

Me consta que esta historia es muy común, pero ustedes, que tienen el corazón en la casa de empeños, justo al lado de la vergüenza, siguen a lo suyo, que es hacer dinero y reírse de los consumidores, pasándoles de operador en operador, hasta que se hartan.

Ya está bien. Dejen de estafarnos a todos. O ya que la ley no ampara a los usuarios, al menos debería obligar a que ustedes, los de las compañías telefónicas, avisaran de sus intenciones en la próxima campaña llevando un parche en el ojo y una pata de palo, incluso una botella de ron, así al menos sabríamos a qué atenernos.