Los perros falderos están de moda. Gozques y cadillos de ayuda y compañía llenan los hogares extremeños. Sólo en Mérida están censados 3.500 canes. En Don Benito, en un mes, el censo perruno ha crecido un 50 %. Se calcula que en Cáceres y Badajoz hay entre 10.000 y 15.000 sabuesos, cachorros, rastreros, pachones, lebreros, cazones... Pero los perros también cagan y acostumbran a hacer sus diligencias no en bacinejos, dompedros u orinales, sino en la acera.

Gallinazas, boñigas y excretos caninos convierten las urbes en muladares y el peatón camina como quien cruza un campo de plastas, zorullos, meconios y palominos. No en vano, en Lisboa (5.500 perros censados), a las deyecciones perreznas se las llama minas caninas .

El censo lisboeta es una entelequia, al igual que los de las ciudades extremeñas. ¿Alguien se cree que en Don Benito sólo hay 100 perros? La superpoblación de mejores amigos del hombre y su actividad evacuadora es un problema universal. Sin embargo, el millón de perros de París o los dos millones de Londres no complican la vida por el civismo de sus dueños. En España es distinto.

LAS MOTOCACAS Madrid cuenta con 250.000 perros (un 20 % no controlados) y las motocacas recogen de la calle cada año 200 toneladas de heces caninas. El alcalde Ruiz Gallardón ha decidido liderar una cruzada nacional antidefecaciones de chucho. En su política excrementicia municipal el arma principal es la multa de hasta 600 euros que están pagando quienes convierten las calles madrileñas en privado, esterquilinio o letrina perruna. Además, los canes han de regir sus vientres forzosamente tras la puesta de sol y sólo en quioscos de necesidad situados en el entorno de determinados árboles. Si no, 600 euros y a aguantarse.

En Extremadura, las ordenanzas municipales también contemplan multas respetables para los escatófilos sin escrúpulos, pero los propios ayuntamientos se ciscan en ellas y, como mucho, levantan algún bombillo o excusado canino para que salga en la foto y pare usted de contar. Hasta que ha surgido Carmen Blázquez, concejala placentina convertida en azote extremeño de retortijones, estitiqueces y aguas mayores. Ha empezado a poner multas de 120 euros a los dueños de perros que descomen sin control y la ciudadanía está expectante por ver si cunde el ejemplo y las aceras de la región dejan de ser el retrete público de chuchos, cuzos, perreznos y cadillos.