TEtn los años sesenta en Suiza, la policía se personaba en casa de los padres a preguntar por qué su hijo llevaba dos o tres días sin ir a clase. Me lo contaba mi tía, que estuvo dos años en Berna en casa de una amiga (con contrato de trabajo, por supuesto, de lo contrario no había amiga, padre o madre que valiera).

No daba crédito. Era algo desconocido por estos lares donde el absentismo escolar campaba a sus anchas, y por supuesto era importante el número de niños sin escolarizar. Pasó el tiempo, llegó la democracia y se arregló lo de la escolarización, pero seguían siendo muchos los que pasaban las horas de clase fuera del colegio. Ahora, casi cuarenta años después de lo que mi tía me contaba, los policías locales de Extremadura comenzarán a realizar una labor similar a la que ya efectuaban los suizos en la década de los sesenta: los niños y adolescentes que no se encuentren en los centros a las horas de clase serán llevados a sus casas, y si reinciden lo pondrán en conocimiento de la fiscalía de menores.

Más vale tarde que nunca, pero me pregunto el porqué de esta medida cuando ya hace años que la plataforma educativa Rayuela dio un decisivo paso -eso pensé-- para acabar con el absentismo al poner en marcha el sistema de aviso a los padres mediante mensajes SMS. Como no creo que falten móviles en las familias, pienso que este reclutamiento policial más bien pudiera deberse a que no todos los padres hacen caso del mensaje o a que hay niños realmente incontrolables, e incluso padres más incontrolables que los hijos.

Tristemente, a los fiscales de menores se les va a incrementar el trabajo porque me temo que serán muchos los casos que acaben allí.

Pero después ¿qué?