En una decisión sin apenas precedentes, tomada cuando le llueven críticas por su forma de gobernar el Vaticano, para muchos demasiado aislacionista y conservadora, Benedicto XVI se vio forzado ayer a cancelar el nombramiento de Gerhard Maria Wagner como obispo auxiliar de Linz (Austria). Wagner, una figura de tendencia ultratradicionalista que en los últimos años ha opinado que el huracán Katrina fue un castigo de Dios a la pecaminosa Nueva Orleans, que los libros de Harry Potter son satánicos y que la homosexualidad es una enfermedad curable, tenía a su diócesis en contra.

Tras su nombramiento, a finales de enero, se multiplicaron las apostasías, y los miembros de la conferencia de decanos de Linz, que representa a los clérigos de la región austriaca, redactaron un comunicado --con 31 de 35 votos a favor-- en el que decían sentirse "indignados, decepcionados y dolidos" por la decisión del Pontífice, tomada días más tarde de que se levantase la excomunión que pesaba sobre los lefebvristas desde 1988.

Al comprobar la "despiadada y cruel" resistencia que provocaba, Wagner dijo que había presentado su renuncia al Vaticano, y ahora, en un nuevo y embarazoso revés, el Papa se la ha aceptado. Su ascenso estaba teniendo sobre la Iglesia un efecto poralizador, mientras la hoguera encendida por el guiño a los cuatro lefebvristas --y, sobre todo, las declaraciones de Richard Williamson, que negó el Holocausto en una entrevista-- sigue encendida.

El domingo se publicó una carta en la que los prelados de la fraternidad de San Pío X --fundada por el cismático arzobispo Marcel Lefebvre, ya fallecido-- le decían a Benedicto XVI que no estaban dispuestos a reconocer el concilio Vaticano II, requisito indispensable para su completa rehabilitación en el seno del catolicismo. Fue esta oposición la que motivó el cisma con Roma, pues los ultraconservadores nunca aceptaron el diálogo entre religiones. Tampoco lo aceptan ahora.