TLtos romanos llamaron provincias a aquellas tierras bajo su dominio que estaban fuera de la Península Itálica. Aunque ya hace mucho de la caída del Imperio, siempre me llamó la atención que muchas derivaciones de este término tuvieran un matiz claramente despectivo. Provincianismo parece una enfermedad incurable y tachar a alguien de provinciano es poco menos que mentarle a sus muertos. También están los que reclaman una provincia para El Bierzo o Cartagena, aunque no sabemos si es porque desconocen esos matices o porque no les importa tener "una estrechez de espíritu y apego excesivo a la mentalidad o costumbres particulares", que es como se define en el diccionario. Así que por un lado tenemos a provincianos sin provincia y por otro a gentes con provincia e inflamada, que la reivindican frente a la de al lado y la defienden de agravios y olvidos. Y en esto llega Ferreira Leite , pone su cara seria (no tiene otra) y le suelta a Sócrates lo siguiente durante el principal debate electoral televisado: Portugal no es una provincia española. Daría la sensación que la profesora es de las que no le gusta que le llamen provinciana, algo loable desde cualquier punto de vista. Pero el provincianismo se combate siendo cosmopolita y abriéndose al mundo, algo que difícilmente es compatible con un discurso que huele más a Aljubarrota que a modernidad. Enriquecerse con las diferencias culturales, superar las fronteras y construir sobre ellas mil nuevas formas de cooperación, serán el mejor remedio para superar miedos y fantasmas. El futuro empieza hoy y consiste en hacer de cada intención consensuada una pequeña realidad.