THtace 25 años, conseguir productos de calidad en Extremadura era un juego de secretismos francamente entretenido para los particulares, pero nefasto para la economía regional. Ursicio, el primo de Eljas, te recomendaba una bodega. Tu cuñada de Alcuéscar te llevaba a una casa particular de Montánchez a por jamón. Este amigo te conseguía quesos de cabra en Ceclavín y el colega de la sucursal de la Caja en Jaraíz te indicaba las carnicerías donde siempre había cabrito verato.

Un cuarto de siglo después, la eficacia distribuidora y la garantía de calidad han llegado a los productos extremeños de primera fila. Es cierto que los buscadores de tesoros aún descubren en el Día el mejor aceite de Los Santos de Maimona, en Arroyo, el solomillo de ternera a 12 euros y en Acehúche, en una calle paralela a la carretera, unos filetes de cabezada de lomo ibérico para chuparse los dedos. Pero cualquier particular que quiera calidad no se ve ya obligado a rebuscar de pueblo en pueblo. Ahora, el cordero extremeño, el jamón Dehesa de Extremadura, las tortas de Castuera o Casar, el aceite, el pimentón o las cerezas se pueden conseguir con facilidad y garantía. Sólo hay un producto que aún se distribuye mal. Es la carne de retinto. Hace dos años, Nicasio Durán, del restaurante Aldebarán de Badajoz, me decía que le resultaba más fácil conseguir una lubina salvaje que carne de retinto. Hace dos semanas, César Ráez, del restaurante Torre de Sande de Cáceres, me contaba una historia parecida. ¿Qué pasa con el retinto?

*Periodista