Salió siendo un niño de un pueblo Cordobés llevando en su hombro su atillo, su pañuelo, el estoquillador y su muleta pasando muchas horas de camino para llegar donde él quería. Ser torero .

Esta noche no brillan las estrellas y tampoco los luceros, se han puesto de acuerdo con la luna para bajar a un cercado y ver a un niño que quiere ser torero.

Saltando se le quedó su muleta enganchada en los alambres del cercado queriendo torear para satisfacer sus ansias de ser torero.

En ese cercado vio un toro negro zaíno y ese niño le dijo: "Aquí estoy sin público ni aplausos, solo la luna y yo", le dio un pase y siempre decía que había sido el más bonito de su vida, sintió unos caballos y eran los mayorales, cogiéndole del brazo le dijeron: "niño tú qué edad tienes" y él le respondió que 14 años, le echaron una sonrisa y le dijeron: "deja los toros hijo que te van a subir al cielo", él le respondió: "no creo porque tengo cualidades para ser torero, no me quiten la muleta es lo que tengo para arroparme del frío", con hambre y sueño después de mucho andar se quedó dormido en una tapia, de un campo santo.

Por la mañana se acercó un hombre y le dijo: "niño tú sabes dónde has dormido", él le dijo: "no señor, pero tampoco lo quiero saber", ese hombre le dio comida y aseo, viéndolo tan niño no quiso llevarlo al cuartelillo para llamar a su madre que tanto rezaba por él sin saber dónde pasaba las noches y los días. Ese hombre que le dio cobijo su cara siempre la recordó por si algún día lo viese siendo torero.

Teniendo 2 cogidas en capeas de pueblo, una de ellas se le agravó bastante pero no por eso dejó de seguir luchando por su sueño y esa madre que tan lejos estaba fue a su cabecera pensando y rezando que quería que dejara esa vida.

Después de mucho pasar por trenes y capeas una maldita carretera le jugó una mala pasada llevándose todos sus sueños de ser torero, pero dejó cuatro hijas y nietos para seguir amando el toreo.

En una plaza de toros dejó muy alto lo que él sabía; que era respetar, templar y mandar, este es el maletilla de pelo ensortijado y ojos negros que un día quiso triunfar en los ruedos, fue un gran caballero e igual mozo de espada y de los puntales.

Dio su corazón y su saber del toro a quien hoy es torero.

Las campanas tocaron a gloria, los clarines a duelo y son por El Mojaco que se fue con los mejores al cielo.

Manuela Blanco