La primera inmersión fue desoladora. Cuando Pierre-Yves Cousteau, hijo del legendario explorador francés Jacques Cousteau, y el biólogo español Enric Sala bajaron el mes pasado al fondo del mar frente a la costa de Marsella, hallaron un desierto bajo agua en lugar del ecosistema rico y vivo que filmó Cousteau padre en 1947 en el primer viaje con su barco, el Calypso . Pero poco después regresó la esperanza: en las cuatro reservas marinas donde se sumergieron después, los dos exploradores hallaron pequeños paraísos casi idénticos a los de hace 60 años.

"Las reservas marinas son un ejemplo claro de que, si se actúa de forma adecuada, el Mediterráneo se puede recuperar", asegura el biólogo Enric Sala, que ayer llegó a Barcelona con Cousteau hijo tras completar una expedición de cuatro semanas, con seis horas de inmersión diarias. A principios del próximo año, la cadena National Geographic emitirá un documental que compara las imágenes de los años 40 con las de ahora. Comenzarán, seguramente, con el recuerdo de la costa de Marsella. "Allí, toda la fauna de cierto tamaño, como los meros de metro y medio, ha desaparecido. Nos lo hemos comido todo", dice Sala, para quien la sobrepesca es el problema más grave.

LIBRES DE PESCA Por eso, pide un aumento de las pocas zonas preservadas, libres de pesca, que ahora suponen solo un 0,01% del Mediterráneo. Las zonas protegidas no son un perjuicio para los pescadores, dice el biólogo, sino todo lo contrario.

"Al cerrar una zona a la pesca no solo se recuperan los peces allí dentro, sino que acaban saliendo tantos fuera de esa zona que se puede pescar mucho más. Los pescadores de Córcega y las Medes nos dicen que gracias a la reserva siguen pescando, y que quieren que estas zonas sean más grandes".

Además de las islas Medas (en Cataluña) y la zona corsa de Scandola, los expedicionarios, a bordo del célebre Alcyone de Cousteau, bucearon en L´Esspardell (Formentera) y en el parque nacional de Cabrera (Mallorca).

Fuera de las reservas, ha desaparecido entre un 50% y un 90% de la riqueza de los fondos mediterráneos, según el gerundense Sala, que lleva 20 años explorando el mar que descubrió de niño. "Para los niños de ahora, la vida marina se limita a las medusas". Lamenta, además, que hay poca consciencia del problema, y aún menos presión social para que los gobiernos, muy "apáticos" en la protección marina, actúen. "Ahora el Mediterráneo es una cuenta corriente de la que todo el mundo extrae y nadie ingresa. Las reservas serían una cuenta de ahorro para más adelante", explica.

TIEMPO SUFICIENTE Porque ese es el mensaje que Sala y la Sociedad Cousteau quieren transmitir con su expedición: hay tiempo para reaccionar, la vida marina se recupera en cuanto se la protege, aunque habrá especies, como el tiburón, difícilmente recuperables en el Mediterráneo. "Pero el mar no está muerto", dice.

Ampliar las reservas, además, no chocaría con los intereses económicos de los pueblos pesqueros, sostiene el biólogo. Sala ofrece como ejemplo L´Estartit (Girona), donde el turismo aporta, según el científico, 20 veces más ingresos que la pesca. "Con solo 94 hectáreas de mar protegidas en las Medas, sacan unos ingresos de turismo de seis millones al año", añade.