Javi, Felipe, Guillermo, Elena, Jorge y Marina no querían estar en otro sitio. Sus padres les habían llevado a la manifestación y lucían con orgullo la camiseta con los piececitos de un bebé, emblema de la manifestación convocada contra el aborto. A pesar de ser todavía unos críos estaban muy bien adoctrinados. En sus colegios religiosos les habían hablado de la reforma de la ley del aborto. "Dicen que es una ley injusta", explicaba Javier que era el más veterano en acudir a este tipo de convocatorias. Este chaval, de 11 años, explicaba de corrido que había acudido al acto porque le parecía muy mal "que pongan una ley para matar a niños y bebés". Felipe, también de 11 años, daba un paso más: "Me parece mal que maten embriones que están en las tripas de sus madres indefensas".

Su madre no se inmutó al escuchar la explicación de su hijo. Más bien al contrario, su cara expresaba el orgullo por lo bien que el pequeño se había aprendido la lección.

La tarde primaveral, más de 20 grados, animó a las familias a esta peculiar celebración familiar. La mayoría eran padres de varios hijos, que como marcan los cánones del clasicismo, iban vestidos igual. Las niñas con vestidos de flores y lazos en el pelo y los chavales con ropa deportiva de marcas de lujo.

La calle también se llenó de cochecitos de bebés. Las madres no olvidaron sus obligaciones y en mitad de la calle perseguían a los críos con la merienda, galletas y yogures, y cambiaban pañales. Mientras, se escucharon como una letanía el relato de varias mujeres que habían abortado o que habían encontrado, en el último minuto, una solución a sus embarazos "inesperados". Esperanza explicó que hace 14 años se vio "abocada al aborto en la más absoluta indefensión y desamparo". "Fui como cordero al matadero", subrayó. Sara, de 18 años, acusó a sus padres de haberla obligado a abortar. "Estoy destrozada, solo quiero irme con él", dijo entre sollozos. El público escuchaba emocionado estos testimonios, pero se recomponía inmediatamente al son de la música de José Luis Perales, Diego Torres y Juanes.

Sin embargo, nada es gratis y menos un acto como el convocado ayer en Madrid. Así que las familias tuvieron que rascarse los bolsillos. 500 voluntarios recaudaron fondos con huchas en la mano o vendían camisetas. Además, la organización dio de alta un servicio de SMS para recibir un euro por mensaje y ofreció la dirección de una página web para comprar el DVD del acto.

El acto acabó antes de lo previsto. Este adelanto permitió a muchos de los asistentes llegar puntuales a su siguiente cita: "Nos vemos en la parroquia en la misa de las ocho", era el mensaje más repetido en los teléfonos móviles.