El pasado día 9 falleció Ricardo Mena. Desde entonces su ausencia lo llena todo. Ni era creyente antes de conocerle, ni lo soy ahora. Ricardo Mena era sacerdote en Cáceres. A su velatorio en Madrid asistió el número uno de la Iglesia en España, el cardenal Cañizares, y gentes sencillas de las parroquias en las que estuvo, una doble presencia que refleja lo que fue su vida: pudo estar en lo más alto, pero optó por trabajar por los demás desde abajo.

Escribo estas líneas para reivindicar su figura y puedo ser todo lo subjetivo que quiera. Ricardo tenía defectos, como cualquiera, pero el principal fallo que le conocí fue su falta de egoismo, siempre pensaba primero en los demás antes que en él.

La Iglesia ha perdido a una persona de gran valía, la sociedad a un buen hombre y yo a un amigo. Alguien me dijo una vez que he tenido la gran suerte de conocer a Ricardo. Esto, que puede parecer pretencioso, es cierto.

Tuve la gran suerte de tenerle como vecino y la gran desgracia de que el cáncer haya vencido en tres meses a una persona inagotable que siempre estará viva en mis recuerdos y en los de mi mujer Teresa.

José Luis Bermejo Trigo

Cáceres