Se confesó culpable, pero sin explicaciones. Miguel Juan Berenguer, con una actitud relajada, asumió ayer en la Audiencia de Barcelona la responsabilidad del homicidio de sus tíos, una pareja de ancianos cuyos cadáveres aparecieron en su casa de la urbanización Can Vinyals, en Sentmenat, el 17 de junio del 2000. Se enfrenta a una petición de 52 años de cárcel.

Los otros tres acusados con los que compartía el banquillo tampoco arrojaron más luz sobre el móvil de los hechos, ya que ni siquiera los reconocieron. Sólo uno, Germán Atset, reconoció que estuvo en la vivienda con intención de robar, pero negó haber participado en el doble crimen. "Me enteré al día siguiente por la prensa", declaró al referirse al doble asesinato. El fiscal pide 50 años de prisión para cada uno de los supuestos cómplices de Berenguer.

El doble asesinato fue la cúspide de una larga escapada delictiva que empezó la tarde del 16 de junio del 2000 en la Ronda Sant Antoni de Barcelona, donde los cuatro acusados presuntamente obligaron a un taxista, a punta de navaja, a llevarles hasta las afueras de Sabadell.

Allí, tras tomarse unas copas, ataron al conductor a un árbol no sin antes haberle desplumado del dinero en efectivo, el reloj y el móvil. "En dos horas, venimos", le dijeron, según el relato del fiscal.

A bordo del taxi robado, los acusados, según la acusación pública, se dirigieron a la vivienda de José Berenguer, de 69 años, y Emilia Casagolda, de 71. El relato del fiscal recoge que buscaron, sin poder abrirla, la caja fuerte del domicilio. Sin embargo, ninguno de los acusados aclaró ayer cómo lo que debía ser un robo acabó convirtiéndose en un doble asesinato. El botín fue insignificante, sobre todo teniendo en cuenta el cruento desenlace. Lo primero que hicieron al entrar en la vivienda fue cortar la línea del teléfono y, según el fiscal, ataron a cada uno a una silla.