El torero extremeño Alejandro Talavante se encontraba ayer a veinticuatro horas de hacer frente a sus miedos y a la propia historia del toreo, al medirse con seis victorinos en la plaza más importante del mundo, Las Ventas, en la que es desde hace meses la tarde clave y de más expectación de la Feria de San Isidro.

Y eso Madrid lo sabe, la afición es consciente del gesto sincero de un torero consagrado en figura , y por eso desde hace semanas no quedan entradas.

El cartel de no hay billetes lucirá hoy en las taquillas de Las Ventas por segundo día en el ciclo, algo que demuestra que la gente está ávida de tardes así: originales, arriesgadas y que nadie se quiere perder por su cariz histórico; por eso la reventa se ha disparado, triplicando y hasta cuadruplicando el precio original de las localidades.

Todo el mundo sabe que hoy no es un día cualquiera, ni mucho menos, y eso lo ha sabido aprovechar muy bien la empresa y la Comunidad de Madrid para dar una mayor proyección a la tarde al nombrar al Talavante pregonero de las fiestas. Y eso que Talavante, cuando presentó su encerrona en la finca A Coronada (Cáceres), aseguró que este gesto no lo hacía "por vanidad" ni para "demostrar nada a nadie" sino por la "ilusión" de torear un encaste que llevaba años estudiando, y a los que se enfrentará por primera vez en su vida en un marco incomparable como es Madrid por San Isidro.